27/10/2017, 22:47
Keisuke y Mogura se metieron en la cueva sin pensarselo dos veces, y aunque parecía extenderse en tamaño conforme se adentraban no habían pasado por alto las puntiagudas y alargadas estalactitas que colgaban sobre sus cabezas. Tal vez por eso su superior les había ordenado ceñirse a la pared, donde era más seguro. Tal vez ellos dos ya habían dado por supuesto que alguna razón lógica habría. Y tal vez, pero solo tal vez, hubiera otro genin que no entendiera la gravedad del asunto.
No solo balbuceó de mala manera una replica maleducada hacia ella, sino que despues de recibir una orden directa y que sus dos compañeros la acataran todavía decidió pararse y preguntarle a una persona claramente más fuerte y aún más claramente enojada con ellos.
La mujer posó un mano sobre la calva del genin, sin presionar al principio. Inmediatamente empezaría a sentir un calor alarmante en su brillante cabeza, entonces esa mano apretaría levemente, lo justo para que no pudiera escabullirse y el calor aumentó considerablemente.
— Las dudas... ¡al foro de dudas!
Acto seguido y en un instante, la pierna de la kunoichi pareció impactar de lleno contra las costillas de Karamaru, mandandolo volando al interior de la cueva a una velocidad alarmante. Por suerte, el daño que había recibido el calvo de aquel golpe era nulo, aunque el impulso había sido tremendo y una rafaga de aire se extendió por la cueva haciendo temblar todas las estalactitas.
Además, el calvo no rebotaría contra el suelo haciendose una cantidad de rasguños incontable, sino que para cuando tuviera contacto con la superfície horizontal, ésta sería liquida. Ese liquido empezaría a tragarle sin dejarle siquiera concentrar el chakra o entender lo que estaba pasando. Solo podría ver como se hundía en medio de desesperación y gritos ahogados.
Tanto Keisuke como Mogura sabrían lo que había pasado, más por las voces que por la vision, pues con adentrarse minimamente en la cueva se cortaría casi toda la luz que recibían del exterior y el interior estaba más oscuro que el sobaco de un grillo. Oirian el grito de la desconocida y sentirian el viento removerles de arriba abajo y provocar la caida de algunas estalactitas. Escucharían algo solido caer en algo liquido y las últimas burbujas que provoca el solido al ser completamente tragado por el liquido.
Tras todo eso, un suspiro exhasperado desde la entrada y el silencio habitual en una cueva. Gotas cayendo del techo, algún que otro animalillo de cueva en la lejania y poco más. Pero no oirían a Karamaru. ¿Qué iban a hacer? Las ordenes de esa mujer eran claras y su trato a los inferiores que desobecen tambien.
No solo balbuceó de mala manera una replica maleducada hacia ella, sino que despues de recibir una orden directa y que sus dos compañeros la acataran todavía decidió pararse y preguntarle a una persona claramente más fuerte y aún más claramente enojada con ellos.
La mujer posó un mano sobre la calva del genin, sin presionar al principio. Inmediatamente empezaría a sentir un calor alarmante en su brillante cabeza, entonces esa mano apretaría levemente, lo justo para que no pudiera escabullirse y el calor aumentó considerablemente.
— Las dudas... ¡al foro de dudas!
Acto seguido y en un instante, la pierna de la kunoichi pareció impactar de lleno contra las costillas de Karamaru, mandandolo volando al interior de la cueva a una velocidad alarmante. Por suerte, el daño que había recibido el calvo de aquel golpe era nulo, aunque el impulso había sido tremendo y una rafaga de aire se extendió por la cueva haciendo temblar todas las estalactitas.
Además, el calvo no rebotaría contra el suelo haciendose una cantidad de rasguños incontable, sino que para cuando tuviera contacto con la superfície horizontal, ésta sería liquida. Ese liquido empezaría a tragarle sin dejarle siquiera concentrar el chakra o entender lo que estaba pasando. Solo podría ver como se hundía en medio de desesperación y gritos ahogados.
Tanto Keisuke como Mogura sabrían lo que había pasado, más por las voces que por la vision, pues con adentrarse minimamente en la cueva se cortaría casi toda la luz que recibían del exterior y el interior estaba más oscuro que el sobaco de un grillo. Oirian el grito de la desconocida y sentirian el viento removerles de arriba abajo y provocar la caida de algunas estalactitas. Escucharían algo solido caer en algo liquido y las últimas burbujas que provoca el solido al ser completamente tragado por el liquido.
Tras todo eso, un suspiro exhasperado desde la entrada y el silencio habitual en una cueva. Gotas cayendo del techo, algún que otro animalillo de cueva en la lejania y poco más. Pero no oirían a Karamaru. ¿Qué iban a hacer? Las ordenes de esa mujer eran claras y su trato a los inferiores que desobecen tambien.