2/11/2017, 17:23
—Estoy de acuerdo —asintió Akame ante las palabras de sus compañeros de trabajo—. Mientras no hablemos demasiado ni entremos en detalles, no deberíamos levantar sospechas. En cualquier caso, somos malditos ninjas. Si no podemos escapar de un par de profesores chismosos, devolveré mi trofeo del Torneo de los Dojos —aseguró con una media sonrisa en el rostro, entre la broma y el desafío.
Decidida la estrategia, el Uchiha dió un largo vistazo a la entrada principal de la Escuela. Se componía de un gran arco de piedra con unas inscripciones que no eran legibles desde tanta distancia —al menos para Akame—, franqueado por una valla metálica de hierro negro con el escudo de la Escuela en el centro. Más allá se podía intuir un ancho pasillo, y después de este el amplio jardín central. Había ventanas a ambos lados de la enorme entrada, pero estaban protegidas con barrotes de hierro.
La otra entrada, situada en el lateral del edificio, era mucho más modesta; apenas un hueco de tamaño algo más grande que una puerta doble excavado en el propio muro, protegido también con una valla metálica que a aquellas horas estaba abierta.
—Viendo la extensión de ambas entradas —comentó Akame tras inspeccionar la lateral—, creo que será mejor que dos de nosotros se queden en la principal, y otro vaya a la lateral. El profesor tendrá que usar una de las dos, así que alguien lo acabará viendo entrar.
»Yo cubro la secundaria.
Akame esperó la confirmación de sus compañeros y se limitó a echar a andar con paso despreocupadamente fingido hasta colocarse al otro lado de la calle que flanqueaba la Escuela. Se aseguró de posicionarse de forma que no llamara la atención, con su libro —Jones Juro y el Templo de la Balalaika— abierto por la misma página de la noche anterior y la mirada fija en la entrada del edificio.
Decidida la estrategia, el Uchiha dió un largo vistazo a la entrada principal de la Escuela. Se componía de un gran arco de piedra con unas inscripciones que no eran legibles desde tanta distancia —al menos para Akame—, franqueado por una valla metálica de hierro negro con el escudo de la Escuela en el centro. Más allá se podía intuir un ancho pasillo, y después de este el amplio jardín central. Había ventanas a ambos lados de la enorme entrada, pero estaban protegidas con barrotes de hierro.
La otra entrada, situada en el lateral del edificio, era mucho más modesta; apenas un hueco de tamaño algo más grande que una puerta doble excavado en el propio muro, protegido también con una valla metálica que a aquellas horas estaba abierta.
—Viendo la extensión de ambas entradas —comentó Akame tras inspeccionar la lateral—, creo que será mejor que dos de nosotros se queden en la principal, y otro vaya a la lateral. El profesor tendrá que usar una de las dos, así que alguien lo acabará viendo entrar.
»Yo cubro la secundaria.
Akame esperó la confirmación de sus compañeros y se limitó a echar a andar con paso despreocupadamente fingido hasta colocarse al otro lado de la calle que flanqueaba la Escuela. Se aseguró de posicionarse de forma que no llamara la atención, con su libro —Jones Juro y el Templo de la Balalaika— abierto por la misma página de la noche anterior y la mirada fija en la entrada del edificio.