2/11/2017, 21:17
La chica, con ánimos y actitud, alzó el pulgar hacia la bibliotecaria, en pos de señalar que todo andaba bien. La señora Otoshino, pese a estar ocupada, realizó el mismo gesto, aunque sin sonrisa alguna en el rostro. Tampoco mostraba rasgo alguno de estar enfadada, por lo que se podía deducir que era su porte habitual. Tras ello, ambas se pusieron con sus tareas.
La de orbes violáceos se entretuvo primero en descifrar el enigma del orden en las estanterías y pasillos, con lo cuál se quitó un constante y eterno paseo sin pies ni cabeza. Tras mas o menos encontrarle sentido al orden que había, así como darse cuenta del sistema de colores, la chica comenzó a ordenar los libros que tenía entre manos. Bueno, los que tenía en el carrito mas bien. Sin prisa pero sin pausa, y con una constante sonrisa en su rostro, fue colocando libros en sus correspondientes huecos. Por suerte o desgracia, la mayoría estaban claramente marcados, por lo cual tan solo acercándose a la zona del ejemplar, podía divisar dónde habían de estar colocados. Con tiempo y la calma que se respiraba en el habitáculo, la chica no tardaría mas de media hora en ordenar los libros descarrilados.
Cuando la pequeña iba terminando, concretamente el penúltimo libro, las puertas de la biblioteca se abrieron con un crujido característico. Se trataba de un chico de veintimuchos, treintaipocos. Ataviaba unas ropas típicas de estudiante, negras y blancas, como un uniforme de universidad. Sus pelos estaban alborotados, de color azabache, un rostro fino y unas gafas enormes, realmente enormes y redondas. Llevaba consigo una mochila carga de papeles por lo que podía deducirse, a simple vista se podían incluso ver algunos por las comisuras de la mochila, la cuál estaba apenas cerrada.
Sin saludo alguno, el chico avanzó y dejó de lado la recepción, diriguiendose hacia el centro de la sala baja, torció hacia la izquierda y tomó las escaleras, pasando en el proceso cerca de la chica, y obviandola como si fuese un mueble mas de la sala. Sin demora, éste tipo iría hacia la sala superior, donde se sentaría en la mesa mas alejada, y comenzaría a estudiar. Ya tenía todos sus apuntes, ni tan siquiera tenía pinta de que fuese a tocar los libros de la biblioteca.
La genin podría terminar de ordenar los libros restantes sin problema alguno, sin ninguna intromisión mas. Sin duda alguna, aún era realmente temprano. Entre tanto, la mujer también parecía haber terminado con sus labores, y se encontraba con las manos cruzadas sobre las piernas, y mirando hacia la entrada. Cuando la chica se decidiese por acercarse, ésta le entregaría una nota.
Y si ésta no decía —o escribía— algo para detenerla, la mujer se levantaría de su asiento, y con calma ejecutaría lo escrito en su nota.
La de orbes violáceos se entretuvo primero en descifrar el enigma del orden en las estanterías y pasillos, con lo cuál se quitó un constante y eterno paseo sin pies ni cabeza. Tras mas o menos encontrarle sentido al orden que había, así como darse cuenta del sistema de colores, la chica comenzó a ordenar los libros que tenía entre manos. Bueno, los que tenía en el carrito mas bien. Sin prisa pero sin pausa, y con una constante sonrisa en su rostro, fue colocando libros en sus correspondientes huecos. Por suerte o desgracia, la mayoría estaban claramente marcados, por lo cual tan solo acercándose a la zona del ejemplar, podía divisar dónde habían de estar colocados. Con tiempo y la calma que se respiraba en el habitáculo, la chica no tardaría mas de media hora en ordenar los libros descarrilados.
Cuando la pequeña iba terminando, concretamente el penúltimo libro, las puertas de la biblioteca se abrieron con un crujido característico. Se trataba de un chico de veintimuchos, treintaipocos. Ataviaba unas ropas típicas de estudiante, negras y blancas, como un uniforme de universidad. Sus pelos estaban alborotados, de color azabache, un rostro fino y unas gafas enormes, realmente enormes y redondas. Llevaba consigo una mochila carga de papeles por lo que podía deducirse, a simple vista se podían incluso ver algunos por las comisuras de la mochila, la cuál estaba apenas cerrada.
Sin saludo alguno, el chico avanzó y dejó de lado la recepción, diriguiendose hacia el centro de la sala baja, torció hacia la izquierda y tomó las escaleras, pasando en el proceso cerca de la chica, y obviandola como si fuese un mueble mas de la sala. Sin demora, éste tipo iría hacia la sala superior, donde se sentaría en la mesa mas alejada, y comenzaría a estudiar. Ya tenía todos sus apuntes, ni tan siquiera tenía pinta de que fuese a tocar los libros de la biblioteca.
La genin podría terminar de ordenar los libros restantes sin problema alguno, sin ninguna intromisión mas. Sin duda alguna, aún era realmente temprano. Entre tanto, la mujer también parecía haber terminado con sus labores, y se encontraba con las manos cruzadas sobre las piernas, y mirando hacia la entrada. Cuando la chica se decidiese por acercarse, ésta le entregaría una nota.
» Gracias por ordenar los libros. Voy un momento arriba a prepararme una infusión y tomarme los medicamentos. Por favor, quédate en la recepción hasta que regrese. «
Y si ésta no decía —o escribía— algo para detenerla, la mujer se levantaría de su asiento, y con calma ejecutaría lo escrito en su nota.
![[Imagen: 2UsPzKd.gif]](http://i.imgur.com/2UsPzKd.gif)