Karamaru ya sentía que lo estaba ignorando nuevamente, y si es que al final su suposición sobre posibles ganancias podría terminar siendo cierta. Pero no lo había ignorado, simplemente no habló, le tocó la calva como cual niño pequeño. Y como tal, Karamaru sonrió, esperaba una respuesta cordial y una respuesta con tono de maestro, pero lo único que obtuvo fue un horno en su cabeza. Su cara comenzó a mostrar signos de duda al principio, luego de preocupación, y para cuando la mujer gritó algo que el shinobi no pudo entender por estar más preocupado en su cabeza que en sus oídos, ese rostro se transformó en desesperación y sus manos comenzaron a golpear el antebrazo de la mujer.
Soltame, te dije que me suelta, p...- sus pies golpeaban intercalados en el suelo como si se estuviese meando, pero los de la señorita golpeaban algo más blando. Las costillas del monje.
Su torso iba por delante, sus extremidades por detrás, y la imagen de sus tres seguidores se hacia cada vez más pequeña. Se quería tocar el pecho, sentir el dolor del golpe, pero no solo no podía mover el brazo sino que tampoco sentía aquel dolor esperable. Y para cuando tocó el piso luego de recorrer muchos metros con un aire que cortaba su espalda, no tocó el piso.
Se sumergió en agua, o algo parecido a agua, o algo líquido, solo entendía que era líquido y que lo estaba chupando cual arenas movedizas. Se movió agitó los brazos, las piernas lo más que podía, trató de juntar las manos para realizar técnicas pero no podía hacer nada. ¿Sería aquella su muerte? ¿Moriría solamente por una pregunta inocente? Al menos después de todo podría estar contento, había hablado para olvidarse del dolor del pie, y en ese momento en el que sentía como se quedaba sin aire y como su cuello se comprimía, en lo último en lo podía pensar era en aquel maldito pie.
«Dioses, ayúdenme» fue lo último en lo que llegó a pensar, o lo que creyó que era lo último.
Tras el líquido y la falta de aire finalmente tocó el piso que antes no. Fue un golpe duro y seco, suficiente dolor como para hacer un combo perfecto con el sufrimiento que acaba de tener. No se podía levantar, se tomaba el cuello con ambas manos y tomaba bocanadas de aire como nunca en su vida. Había sentido la muerte, había sentido que se iba y pasó minutos en el suelo que para él fueron horas. Horas donde apenas podía respirar y donde su corazón latía tan rápido que bien podría habersele salido del pecho.
Y sin sentirse mejor, y para hacer un combo más apetitoso, un masa pesada cayo sobre él, haciendolo estirar sus brazos y piernas y pegar su cuerpo contra el piso. Poco después llegó el segundo golpe, sin siquiera haberse podido sacar el primero, y entre ambos lo aplastaban lo suficiente para que ese ahogo volviera, para que su pecho se apretase tanto contra el suelo que no podía ni moverlo.
Entre tantos problemas, y entre tantos sin entender, no advertiría al hombre en las cercanías, ni sus palabras.
Soltame, te dije que me suelta, p...- sus pies golpeaban intercalados en el suelo como si se estuviese meando, pero los de la señorita golpeaban algo más blando. Las costillas del monje.
Su torso iba por delante, sus extremidades por detrás, y la imagen de sus tres seguidores se hacia cada vez más pequeña. Se quería tocar el pecho, sentir el dolor del golpe, pero no solo no podía mover el brazo sino que tampoco sentía aquel dolor esperable. Y para cuando tocó el piso luego de recorrer muchos metros con un aire que cortaba su espalda, no tocó el piso.
Se sumergió en agua, o algo parecido a agua, o algo líquido, solo entendía que era líquido y que lo estaba chupando cual arenas movedizas. Se movió agitó los brazos, las piernas lo más que podía, trató de juntar las manos para realizar técnicas pero no podía hacer nada. ¿Sería aquella su muerte? ¿Moriría solamente por una pregunta inocente? Al menos después de todo podría estar contento, había hablado para olvidarse del dolor del pie, y en ese momento en el que sentía como se quedaba sin aire y como su cuello se comprimía, en lo último en lo podía pensar era en aquel maldito pie.
«Dioses, ayúdenme» fue lo último en lo que llegó a pensar, o lo que creyó que era lo último.
Tras el líquido y la falta de aire finalmente tocó el piso que antes no. Fue un golpe duro y seco, suficiente dolor como para hacer un combo perfecto con el sufrimiento que acaba de tener. No se podía levantar, se tomaba el cuello con ambas manos y tomaba bocanadas de aire como nunca en su vida. Había sentido la muerte, había sentido que se iba y pasó minutos en el suelo que para él fueron horas. Horas donde apenas podía respirar y donde su corazón latía tan rápido que bien podría habersele salido del pecho.
Y sin sentirse mejor, y para hacer un combo más apetitoso, un masa pesada cayo sobre él, haciendolo estirar sus brazos y piernas y pegar su cuerpo contra el piso. Poco después llegó el segundo golpe, sin siquiera haberse podido sacar el primero, y entre ambos lo aplastaban lo suficiente para que ese ahogo volviera, para que su pecho se apretase tanto contra el suelo que no podía ni moverlo.
Entre tantos problemas, y entre tantos sin entender, no advertiría al hombre en las cercanías, ni sus palabras.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘