6/11/2017, 23:51
Yoru hizo lo que él creía que se parecía más a la “orden” que Reiji le había dado. Vigilo al tipo sospechoso a conciencia, nada escapaba a sus ojos de cuervo. Nada, salvo lo que había tras una enorme puerta de metal.
Y es que, a los cinco minutos de estar parado frente al restaurante, el hombre se marchó de allí. El cuervo, bajo un supuesto ánimo por conseguir que lo dejaran ver más la tele, se dedicó a seguir al tipo hasta que entró en un edificio. Había conductos de ventilación. Pero ese no era lugar para un cuervo. Tal vez si para una rata, pero no para un cuervo. Y si entraba y lo pillaban… No podría volver a informar a Reiji, y este, no le dejaría ver la tele.
Lo que sí pudo reconocer el cuervo era la cara del tipo. Una horrible nariz torcidisima y la piel algo más oscura de lo normal. Tenía que volver a informar, y así lo hizo. Solo que, de nuevo, se encontró con la barrera de la puerta. Pero esta vez, pico y pico con fuerza, como si alguien llamase.
Si alguien le abría la puerta, entraría a compartir su información con las personas que se encontraban dentro.
Aproveche mi estancia en la cocina para devorar una mazorca de maíz que había por allí. Parecía bastante limpia y como yo no era un experto en venenos, tampoco podía distinguirlo. Era un riesgo que siempre merecía la pena correr. Al fin y al cabo, el maíz era la comida más deliciosa del mundo.
Observé mientras tanto la cocina. Nada. No encontraba nada ¿Por qué alguien montaba todo ese desastre sin ningún sentido? ¿Cómo encajaba todo aquello con el orden que había en el despacho? No había ni una sola pista. Y lo único que estaba consiguiendo con mis preguntas era cansar más a aquellos pobres hombres que lo estaban pasando mal con su negocio.
Cuando termine de comer, tire los restos a la papelera. No sin antes, claro, revisar su contenido. No la había mirado antes, pero era probable que allí hubiera algo. También era probable que no lo hubiera. Volví al despacho entonces.
—A ver, chaval. De que podemos abrir, pues claro que podemos. Pero la gente va a hablar, de todas formas. Lo podemos hacer si crees que es buena idea, pero yo estimaba que pudieras resolver ésta mierda rápido, y yo para poder poner la máquina a funcionar; necesito al menos dos días, como mínimo. Y si en dos días no hemos recuperado mi jodida receta, estamos más fritos que pato rebosado.
—Y hablando de la receta, Reiji-san; está escrita en un pergamino antiguo. Verás, realmente es un rollo simbólico que ha pasado de generación en generación. No nos afecta no tenerla, como bien has insinuado. El problema está en que si la persona que lo robó, o a quien ésta se lo venda; logra replicarla nuestro plato insignia, perderemos todo lo que nos hace especial. Ese es para Tokaro-sama el mayor inconveniente.
Había dos cosas raras en esa habitación en ese momento. La primera, era la llave de Mirogata, que tenía una indiscutible marca de haber sido copiada. La segunda es que había mencionado a un tal “Tokaro-sama”. ¿Quién era Tokaro-sama? ¿ Riya Yogaru? Los dos nombres tenían de similar lo que yo me asemejaba a una blanca paloma.
—¿Le ha dejado a alguíen su llave Mirogata-san? Tiene marcas de haber sido copiada recientemente ¿tal vez alguien se la cogió en algún momento de despiste, alguno de sus compañeros de cocina? Y otra pregunta ¿Quién es Tokaro-sama? ¿Es algún mote del señor Riya Yogaru?
Mientras tanto, alguien llamaba a la puerta del restaurante. Pero ¿quién sería?
—¿Puede ir a ver quién es y abrirle? Espero que sea mi cuervo de una maldita vez… mientras tanto, conteste a mis preguntas Mirogata-san, por favor.
Y es que, a los cinco minutos de estar parado frente al restaurante, el hombre se marchó de allí. El cuervo, bajo un supuesto ánimo por conseguir que lo dejaran ver más la tele, se dedicó a seguir al tipo hasta que entró en un edificio. Había conductos de ventilación. Pero ese no era lugar para un cuervo. Tal vez si para una rata, pero no para un cuervo. Y si entraba y lo pillaban… No podría volver a informar a Reiji, y este, no le dejaría ver la tele.
Lo que sí pudo reconocer el cuervo era la cara del tipo. Una horrible nariz torcidisima y la piel algo más oscura de lo normal. Tenía que volver a informar, y así lo hizo. Solo que, de nuevo, se encontró con la barrera de la puerta. Pero esta vez, pico y pico con fuerza, como si alguien llamase.
Si alguien le abría la puerta, entraría a compartir su información con las personas que se encontraban dentro.
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Aproveche mi estancia en la cocina para devorar una mazorca de maíz que había por allí. Parecía bastante limpia y como yo no era un experto en venenos, tampoco podía distinguirlo. Era un riesgo que siempre merecía la pena correr. Al fin y al cabo, el maíz era la comida más deliciosa del mundo.
Observé mientras tanto la cocina. Nada. No encontraba nada ¿Por qué alguien montaba todo ese desastre sin ningún sentido? ¿Cómo encajaba todo aquello con el orden que había en el despacho? No había ni una sola pista. Y lo único que estaba consiguiendo con mis preguntas era cansar más a aquellos pobres hombres que lo estaban pasando mal con su negocio.
Cuando termine de comer, tire los restos a la papelera. No sin antes, claro, revisar su contenido. No la había mirado antes, pero era probable que allí hubiera algo. También era probable que no lo hubiera. Volví al despacho entonces.
—A ver, chaval. De que podemos abrir, pues claro que podemos. Pero la gente va a hablar, de todas formas. Lo podemos hacer si crees que es buena idea, pero yo estimaba que pudieras resolver ésta mierda rápido, y yo para poder poner la máquina a funcionar; necesito al menos dos días, como mínimo. Y si en dos días no hemos recuperado mi jodida receta, estamos más fritos que pato rebosado.
—Y hablando de la receta, Reiji-san; está escrita en un pergamino antiguo. Verás, realmente es un rollo simbólico que ha pasado de generación en generación. No nos afecta no tenerla, como bien has insinuado. El problema está en que si la persona que lo robó, o a quien ésta se lo venda; logra replicarla nuestro plato insignia, perderemos todo lo que nos hace especial. Ese es para Tokaro-sama el mayor inconveniente.
Había dos cosas raras en esa habitación en ese momento. La primera, era la llave de Mirogata, que tenía una indiscutible marca de haber sido copiada. La segunda es que había mencionado a un tal “Tokaro-sama”. ¿Quién era Tokaro-sama? ¿ Riya Yogaru? Los dos nombres tenían de similar lo que yo me asemejaba a una blanca paloma.
—¿Le ha dejado a alguíen su llave Mirogata-san? Tiene marcas de haber sido copiada recientemente ¿tal vez alguien se la cogió en algún momento de despiste, alguno de sus compañeros de cocina? Y otra pregunta ¿Quién es Tokaro-sama? ¿Es algún mote del señor Riya Yogaru?
Mientras tanto, alguien llamaba a la puerta del restaurante. Pero ¿quién sería?
—¿Puede ir a ver quién es y abrirle? Espero que sea mi cuervo de una maldita vez… mientras tanto, conteste a mis preguntas Mirogata-san, por favor.
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)