8/11/2017, 16:52
Nada más se despidió de Juro bajó a toda velocidad hasta su pequeño hostal, a pie casi de la montaña donde se encontraba construida Taikarune. Pasó los portones a todo correr y subió de dos en dos los escalones que guiaban a la segunda planta. Se encerró en su cuarto y posteriormente al baño, encerrándose ahí para poder lavarse tranquilamente.
Veinte minutos más tarde la joven salía revolviéndose el pelo con una toalla de color marrón, miró por la ventana y luego al reloj que reposaba junto a la cama, encima de la mesita de noche. Aún tenía tiempo. Se peinó con los dedos, tomó sus cosas y salió de la habitación dispuesta a pagarse una buena y ligera cena, tampoco es que estuviese muriéndose totalmente de hambre.
Con suerte había poca gente y la tabernera le sirvió un buen plato de fideos con caldo y una jarra de agua que no pudo terminarse entera, pero los fideos fueron vistos y no vistos. Pagó, se levantó y se dirigió de nuevo hacia la salida, despidiéndose de la tabernera antes de salir.
La joven daba pequeños saltitos a medida que se acercaba a la plaza, sus coletas estaban más rectas de lo normal porque el cabello no se había secado del todo aún, aunque no le importaba, de momento no hacía tanto frío. Llegó a la plaza y se sentó en uno de los bancos de madera que reinaban por todo Taikarune y esperó.
A ver a Juro aparecer.
Veinte minutos más tarde la joven salía revolviéndose el pelo con una toalla de color marrón, miró por la ventana y luego al reloj que reposaba junto a la cama, encima de la mesita de noche. Aún tenía tiempo. Se peinó con los dedos, tomó sus cosas y salió de la habitación dispuesta a pagarse una buena y ligera cena, tampoco es que estuviese muriéndose totalmente de hambre.
Con suerte había poca gente y la tabernera le sirvió un buen plato de fideos con caldo y una jarra de agua que no pudo terminarse entera, pero los fideos fueron vistos y no vistos. Pagó, se levantó y se dirigió de nuevo hacia la salida, despidiéndose de la tabernera antes de salir.
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La joven daba pequeños saltitos a medida que se acercaba a la plaza, sus coletas estaban más rectas de lo normal porque el cabello no se había secado del todo aún, aunque no le importaba, de momento no hacía tanto frío. Llegó a la plaza y se sentó en uno de los bancos de madera que reinaban por todo Taikarune y esperó.
A ver a Juro aparecer.