11/11/2017, 14:41
El pobre hombre esperó pacientemente a que los chicos se recuperasen de la caida antes de empezar a hablar, esperó tanto que la mujer que los había guiado hasta ahí llegó hasta ellos sin que hubiera empezado a hablar. Su expresión era neutra, sin enfado ni odio de ningún tipo, cayó mojada y cuando tocó el suelo ya estaba practicamente seca, aunque parecía que le salía vapor de la misma piel, dandole un aura bastante intimidante.
— Aquí los tienes, espero que no les dejes irse de rositas como siempre.
— No creo que tú les hayas dejado llegar hasta aquí sin castigarlos, por eso te mandé a buscarlos. Ahora ya podremos centrarnos en lo importante.
— Algún día tu blandura nos costará algo más que unos arañazos.
Frunció el ceño, claramente ofendida con él o con el mundo y salió por una de las puertas de la habitación a toda prisa. El hombre suspiró y encaró a los chicos, que aún no se habían quitado los unos de encima de los otros. Por suerte, uno de ellos sí que reaccionó y se deslizó fuera del bocadillo humano.
Keisuke podría observar que era una habitación simple, sin más decoración que algunas sillas apoyadas contra la pared, en una de las cuales estaba esperando su superior. Despues vio que esa estancia tenía dos salidas en forma de puertas y si echara un vistazo al techo, vería que no era de piedra ni de nada solido, sino que era de agua, lo cual tenía sentido porque habían entrado por ahí. A pesar de ser una superfície recta como cualquier otra, la luz no se comportaba de la misma forma que cuando choca contra una pared de verdad, además de que estaba algo revuelta por el paso de los chicos por ella.
— Me encantaría poder dejaros descansar para recuperaros del viaje, pero vamos cortos de tiempo así que si podeis prestarme atención, os lo agradecería.
Era un tono suave, sin el tono de imposición que usaban la mayoría de superiores al dirigirse a ellos. Y era exactamente eso lo que despertaba en los genin una necesidad imperiosa de contentarle, como si desobedeciendole no se jugasen un castigo sino una decepción.
— Aquí los tienes, espero que no les dejes irse de rositas como siempre.
— No creo que tú les hayas dejado llegar hasta aquí sin castigarlos, por eso te mandé a buscarlos. Ahora ya podremos centrarnos en lo importante.
— Algún día tu blandura nos costará algo más que unos arañazos.
Frunció el ceño, claramente ofendida con él o con el mundo y salió por una de las puertas de la habitación a toda prisa. El hombre suspiró y encaró a los chicos, que aún no se habían quitado los unos de encima de los otros. Por suerte, uno de ellos sí que reaccionó y se deslizó fuera del bocadillo humano.
Keisuke podría observar que era una habitación simple, sin más decoración que algunas sillas apoyadas contra la pared, en una de las cuales estaba esperando su superior. Despues vio que esa estancia tenía dos salidas en forma de puertas y si echara un vistazo al techo, vería que no era de piedra ni de nada solido, sino que era de agua, lo cual tenía sentido porque habían entrado por ahí. A pesar de ser una superfície recta como cualquier otra, la luz no se comportaba de la misma forma que cuando choca contra una pared de verdad, además de que estaba algo revuelta por el paso de los chicos por ella.
— Me encantaría poder dejaros descansar para recuperaros del viaje, pero vamos cortos de tiempo así que si podeis prestarme atención, os lo agradecería.
Era un tono suave, sin el tono de imposición que usaban la mayoría de superiores al dirigirse a ellos. Y era exactamente eso lo que despertaba en los genin una necesidad imperiosa de contentarle, como si desobedeciendole no se jugasen un castigo sino una decepción.