30/11/2017, 01:46
Reiji y Mirogata, separados por tan sólo un par de mesas, aguardaron pacientes. Reiji podía ver que el sous había mantenido la compostura y que, a pesar de todo, no lucía demasiado nervioso. Eso, claro, hasta que divisó al cruce de la esquina, que una mujer se acercaba.
Era hermosa, aunque de una belleza no de las usuales. No era rubia, ni extremadamente esbelta, o con grandes atributos; por el contrario, era una mujer elegante, de buen rostro y delgada. Su cabellera era frondosa, en rulos, que le caían como serpentina a lo largo y ancho de su espalda.
Naoki tomó asiento frente a Mirogata, sólo después de darle un beso en la mejilla.
—Uff, querido, ¡si te cuento! —dijo, con cotidianidad en su tono de voz—. hoy en el trabajo...
y comenzó a hablar del curro, y de cómo había perdido, a según, una enorme cantidad de flores rojas que por alguna razón se habían marchitado durante la noche. Luego de ponerse al día —durante ese tiempo, Mirogata calló como un buen hombre y escuchó los acontecimientos del día a día de su pareja—, volvió a inquirir algo.
—En fin, no te quiero aburrir más. Y a ti, ¿cómo te fue en el trabajo?
Mirogata sonrió, y la vio a los ojos. Cuando iba a responder, uno de los mesoneros llegó para servir un par de entradas. Aquel tiempo fuera, sin embargo, le tendría que servir a Reiji para meditar, hasta ese entonces, el encuentro. ¿Qué podía decir Karasukage Reiji, a priori, de el encuentro?
Era hermosa, aunque de una belleza no de las usuales. No era rubia, ni extremadamente esbelta, o con grandes atributos; por el contrario, era una mujer elegante, de buen rostro y delgada. Su cabellera era frondosa, en rulos, que le caían como serpentina a lo largo y ancho de su espalda.
Naoki tomó asiento frente a Mirogata, sólo después de darle un beso en la mejilla.
—Uff, querido, ¡si te cuento! —dijo, con cotidianidad en su tono de voz—. hoy en el trabajo...
y comenzó a hablar del curro, y de cómo había perdido, a según, una enorme cantidad de flores rojas que por alguna razón se habían marchitado durante la noche. Luego de ponerse al día —durante ese tiempo, Mirogata calló como un buen hombre y escuchó los acontecimientos del día a día de su pareja—, volvió a inquirir algo.
—En fin, no te quiero aburrir más. Y a ti, ¿cómo te fue en el trabajo?
Mirogata sonrió, y la vio a los ojos. Cuando iba a responder, uno de los mesoneros llegó para servir un par de entradas. Aquel tiempo fuera, sin embargo, le tendría que servir a Reiji para meditar, hasta ese entonces, el encuentro. ¿Qué podía decir Karasukage Reiji, a priori, de el encuentro?