30/11/2017, 23:28
El distanciamiento entre ambos genins se hizo palpable cuando ni intercambiaron una mirada estando en la misma sala. Riko estaba concentrado en aprovechar que la comida aún estaba recordando haber estado caliente, en una temperatura lo suficientemente alta como para que no se pudiera considerar frío todavía.
Como el peliblanco había previsto, Koko rechazó la oferta de la mujer de acompañarla y se dirigió ella solita escaleras arriba. En la mesa, el cabeza de familia avasallaba al niño que podíamos suponer que es retoño suyo, a preguntas sobre el estado de los caballos y si había dejado todo en orden, tras una serie de síes y de asentimientos con la boca llena, pareció que dejaban ese tema. Momento en que Riko intercedió para abrir otro frente.
— Fu-san, ¿de qué se conocen ustedes? —
El solicitante de la misión fue a abrir la boca timidamente para contestar al shinobi cuando su amigo se le adelantó.
— ¡Hombre! ¿No esperaras que el mejor comerciante pobre y el peor establero rico no se conociesen? Al principio me daba un poco de mal rollo. Míralo. — dijo señalándolo de arriba a abajo — Todo andrajoso, tenía toda la pinta de irse a primera hora de la mañana sin pagar, y seguramente habiéndote pegado alguna enfermedad de nombre impronunciable. Pero, como podrás comprobar, no nos abundan los clientes ni el dinero. Así que hay que cuidar hasta al más antihigienico de los clientes.
— Pues es eso, de quedarnos algunos viajes a pasar la noche o la tormenta.
Añadió antes de volver a centrarse en la comida. La conversación restante giró entorno a algún comentario positivo sobre el plato o la sugerencia por parte de Fu de probar con alguna que otra especia que él podía proporcionarle para añadir un toque de sabor adicional, a lo que la señora de la casa le contestó que si podía traerle un poco para probar ella encantada.
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Koko picó con los nudillos en la puerta del baño que se abrió levemente por la fuerza ejercida por ella misma, dejando claro que no había nadie dentro. Cuando encendiera la luz con el interruptor que había al lado de la puerta podría ver que el baño era tan ostentoso como el resto de la casa, es decir, nada de nada. Lo más sencillo y cómodo posible. Era un espacio lo suficientemente amplio para albergar una ducha, un inodoro y un lavabo o pila para limpiarse las manos, todo separado entre ello para la comodidad más absoluta, dentro de lo sencillo y barato.
En el cuarto de baño había papel, toallas, algunos jabones y colonias y demás cosas típicas. Incluso un saquito con sales de baño que rezumaban un olor a una flor especifica que Koko no era capaz de reconocer e inundaba la estancia. Y ya está, ahí estaba el baño y ahí estaba ella.
Como el peliblanco había previsto, Koko rechazó la oferta de la mujer de acompañarla y se dirigió ella solita escaleras arriba. En la mesa, el cabeza de familia avasallaba al niño que podíamos suponer que es retoño suyo, a preguntas sobre el estado de los caballos y si había dejado todo en orden, tras una serie de síes y de asentimientos con la boca llena, pareció que dejaban ese tema. Momento en que Riko intercedió para abrir otro frente.
— Fu-san, ¿de qué se conocen ustedes? —
El solicitante de la misión fue a abrir la boca timidamente para contestar al shinobi cuando su amigo se le adelantó.
— ¡Hombre! ¿No esperaras que el mejor comerciante pobre y el peor establero rico no se conociesen? Al principio me daba un poco de mal rollo. Míralo. — dijo señalándolo de arriba a abajo — Todo andrajoso, tenía toda la pinta de irse a primera hora de la mañana sin pagar, y seguramente habiéndote pegado alguna enfermedad de nombre impronunciable. Pero, como podrás comprobar, no nos abundan los clientes ni el dinero. Así que hay que cuidar hasta al más antihigienico de los clientes.
— Pues es eso, de quedarnos algunos viajes a pasar la noche o la tormenta.
Añadió antes de volver a centrarse en la comida. La conversación restante giró entorno a algún comentario positivo sobre el plato o la sugerencia por parte de Fu de probar con alguna que otra especia que él podía proporcionarle para añadir un toque de sabor adicional, a lo que la señora de la casa le contestó que si podía traerle un poco para probar ella encantada.
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Koko picó con los nudillos en la puerta del baño que se abrió levemente por la fuerza ejercida por ella misma, dejando claro que no había nadie dentro. Cuando encendiera la luz con el interruptor que había al lado de la puerta podría ver que el baño era tan ostentoso como el resto de la casa, es decir, nada de nada. Lo más sencillo y cómodo posible. Era un espacio lo suficientemente amplio para albergar una ducha, un inodoro y un lavabo o pila para limpiarse las manos, todo separado entre ello para la comodidad más absoluta, dentro de lo sencillo y barato.
En el cuarto de baño había papel, toallas, algunos jabones y colonias y demás cosas típicas. Incluso un saquito con sales de baño que rezumaban un olor a una flor especifica que Koko no era capaz de reconocer e inundaba la estancia. Y ya está, ahí estaba el baño y ahí estaba ella.