10/12/2017, 00:34
Los ojos de Naoki se torcieron hasta sus alrededores, observando el cómo los demás comensales les observaban, curiosos, por aquel repentino alzamiento de voz de su compañero. Torció también el gesto, y no pudo evitar morderse el labio y vestir su rostro con aparente confusión ante las insinuaciones que, repentinamente, estaba soltando su pareja. Sintió las manos de Mirogata tomarle las suyas, y temblar, y temblar, pero las de ella —y ésto Reiji no tendría forma de saberlo— no temblaron, en cambio. Se mantuvieron firmes, a juego con un temple mentiroso que fraguó su respuesta.
Una mano derecha, cálida y suave, se terció por la mejilla de Mirogata. Él suspiró, y cerró los ojos por un momento.
—Mirogata-kun, pero qué estás diciendo. ¿Cómo puedes pensar que yo tengo algo que ver? ¿qué te han metido en la cabeza esos ninjas, mi amor...
—No lo sé, no lo sé. La llave, ellos, ellos creen que has sido tú.
Naoki alzó la vista, y volvió a ver a los comensales. Pero ésta vez, más curiosa, más analítica. Tengo que repetir que no era rubia, así que no era tonta.
De entre todos, se fijó en Reiji. Porque Reiji, bueno, era el único con una bandana reposándole en el cuello.
Pero no se le quedó viendo, es más, se trató de una mirada fugaz y que pasó indescifrable para el Karasukage. No podría saber con certeza —de aquella certeza que por lo general le confiere su inteligencia—. si Naoki se había percatado de algo, o no. Desde luego, todo seguía siendo poco claro. Y más confuso a medida de que pasaba el tiempo.
—Vale, ésto te tiene muy afectado, lo entiendo. Vamos, vamos a casa. Te prepararé un te y hablaremos más tranquilos sobre todo, sin tanta gente alrededor.
Los ojos de Mirogata, por un minucioso instante, se pasearon por los de Reiji. Abiertos como platos, por un milisegundo.
Luego, se levantó, y después de haber dejado un par de billetes, comenzó a caminar junto a Naoki rumbo a dirección desconocida.
Una mano derecha, cálida y suave, se terció por la mejilla de Mirogata. Él suspiró, y cerró los ojos por un momento.
—Mirogata-kun, pero qué estás diciendo. ¿Cómo puedes pensar que yo tengo algo que ver? ¿qué te han metido en la cabeza esos ninjas, mi amor...
—No lo sé, no lo sé. La llave, ellos, ellos creen que has sido tú.
Naoki alzó la vista, y volvió a ver a los comensales. Pero ésta vez, más curiosa, más analítica. Tengo que repetir que no era rubia, así que no era tonta.
De entre todos, se fijó en Reiji. Porque Reiji, bueno, era el único con una bandana reposándole en el cuello.
Pero no se le quedó viendo, es más, se trató de una mirada fugaz y que pasó indescifrable para el Karasukage. No podría saber con certeza —de aquella certeza que por lo general le confiere su inteligencia—. si Naoki se había percatado de algo, o no. Desde luego, todo seguía siendo poco claro. Y más confuso a medida de que pasaba el tiempo.
—Vale, ésto te tiene muy afectado, lo entiendo. Vamos, vamos a casa. Te prepararé un te y hablaremos más tranquilos sobre todo, sin tanta gente alrededor.
Los ojos de Mirogata, por un minucioso instante, se pasearon por los de Reiji. Abiertos como platos, por un milisegundo.
Luego, se levantó, y después de haber dejado un par de billetes, comenzó a caminar junto a Naoki rumbo a dirección desconocida.