10/12/2017, 00:37
(Última modificación: 10/12/2017, 00:38 por Eikyuu Juro.)
Rinna siguió el pobre compás de Juro, y pronto, al ver lo malo que lo hacía, empezó a corregirle. Las mejillas de Juro volvieron a encenderse, puesto que él era el que se supone que tenía que hacer ese trabajo, pero se dejó llevar igualmente.
—Sí. Me he criado aquí desde que era pequeña, y mi futuro es seguir con el legado de mi familia, velando por la seguridad de este pueblo, pero al ser tan pequeña y poco agraciada.No podré hacerlo yo, por lo que tendré que buscar a alguien que lo haga por mí
Juro sintió dolor al escucharla. ¿Por qué actuaba de esa forma? A él no le parecía que fuese una chica poco agraciada sin ninguna esperanza de formar una familia. Quiso aclararselo, hacerla sentir mejor, pero no supo como hacerlo.
— ¿Velar por la seguridad del pueblo? — murmuró Juro, tratando de comprender, antes de agachar un poco la cabeza —. No digas esas cosas... no deberías pensar de esa forma...
La conversación pronto giraría entorno a él subitamente.
—¿Y tú? Que yo sepa, Kusagakure está lejos de estas tierras, ¿qué le trae por aquí, shinobi-san?
— Quiero ver mundo — admitió Juro, dejandose llevar por la emoción del baile —. Dicen que este museo es uno de los más grandes de todo el mundo y quise verlo. Pero también quise ver vuestras tierras, y vuestros bosques. Me he visto aislado del mundo durante mi infancia y quiero remediarlo.
Eri se dejó llevar por el atractivo y elegante desconocido, como un cliché de película para adolescentes. Ambos empezaron a bailar a paso lento, acompasando sus respiraciones.
—¿Te refieres a la armadura? Lo sé, me he enamorado de ella desde que la vi
Ryu le dedicó una sonrisa cautivadora, al tiempo que le guiñaba un ojo.
— Amor a primera vista... que poético — murmuró. Su voz era casi un susurro —. Te entiendo.
Un paso, otro paso. El tiempo parecía detenerse para aquellas personas que bailaban. Cada una encerrada con otro cuerpo en su propio mundo de sonido y luces.
— Siempre he admirado a los shinobi — admitió el chico, en algún momento del baile —. ¿Qué te llevo a ser una kunoichi, Eri-san?
—Sí. Me he criado aquí desde que era pequeña, y mi futuro es seguir con el legado de mi familia, velando por la seguridad de este pueblo, pero al ser tan pequeña y poco agraciada.No podré hacerlo yo, por lo que tendré que buscar a alguien que lo haga por mí
Juro sintió dolor al escucharla. ¿Por qué actuaba de esa forma? A él no le parecía que fuese una chica poco agraciada sin ninguna esperanza de formar una familia. Quiso aclararselo, hacerla sentir mejor, pero no supo como hacerlo.
— ¿Velar por la seguridad del pueblo? — murmuró Juro, tratando de comprender, antes de agachar un poco la cabeza —. No digas esas cosas... no deberías pensar de esa forma...
La conversación pronto giraría entorno a él subitamente.
—¿Y tú? Que yo sepa, Kusagakure está lejos de estas tierras, ¿qué le trae por aquí, shinobi-san?
— Quiero ver mundo — admitió Juro, dejandose llevar por la emoción del baile —. Dicen que este museo es uno de los más grandes de todo el mundo y quise verlo. Pero también quise ver vuestras tierras, y vuestros bosques. Me he visto aislado del mundo durante mi infancia y quiero remediarlo.
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Eri se dejó llevar por el atractivo y elegante desconocido, como un cliché de película para adolescentes. Ambos empezaron a bailar a paso lento, acompasando sus respiraciones.
—¿Te refieres a la armadura? Lo sé, me he enamorado de ella desde que la vi
Ryu le dedicó una sonrisa cautivadora, al tiempo que le guiñaba un ojo.
— Amor a primera vista... que poético — murmuró. Su voz era casi un susurro —. Te entiendo.
Un paso, otro paso. El tiempo parecía detenerse para aquellas personas que bailaban. Cada una encerrada con otro cuerpo en su propio mundo de sonido y luces.
— Siempre he admirado a los shinobi — admitió el chico, en algún momento del baile —. ¿Qué te llevo a ser una kunoichi, Eri-san?
Hablo / Pienso
Avatar hecho por la increible Eri-sama.
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Sellos implantados: Hermandad intrepida
- Juro y Datsue : Aliento nevado, 218. Poder:60