10/12/2017, 15:53
Cuando Juro le reprochó que no debía pensar de esa forma, Rinna no pudo evitar sonreír tímidamente, obviando aquel tema para centrarse en uno más interesante para ella: Juro. Los shinobi le fascinaban hasta límites insospechables, pero eso no debería saberlo él.
— Quiero ver mundo. Dicen que este museo es uno de los más grandes de todo el mundo y quise verlo. Pero también quise ver vuestras tierras, y vuestros bosques. Me he visto aislado del mundo durante mi infancia y quiero remediarlo.
—La verdad es que todo lo que hay a los alrededores es muy bonito y cuentan muchas historias —coincidió la joven, dando una vuelta para seguir con el baile —. Si quieres y te sobra un poco más de tiempo, podría llevarte a verlas, y contarte alguna historia... Pero solo si quieres —se ofreció la joven con las mejillas enrojecidas.
Eri sintió un escalofrío cuando Ryu le dedicó aquella sonrisa y el guiño de ojo hizo que subiese un tono rojizo a sus mejillas. ¿Era ella o no solo se había interesado por su armadura? Desvió la mirada y siguió el baile, intentando evitar cruzar sus ojos con los de él, nerviosa.
— Siempre he admirado a los shinobi ¿Qué te llevo a ser una kunoichi, Eri-san?
—Vaya, pues, la verdad es que quise convertirme en alguien que se valiese por sí misma —contestó, al cabo de unos segundos de pensamiento —. Y también porque mi padre lo fue, y es un buen ejemplo... —murmuró casi al final, apenas fue audible gracias a la música y los sonidos de las armaduras moviéndose.
— Quiero ver mundo. Dicen que este museo es uno de los más grandes de todo el mundo y quise verlo. Pero también quise ver vuestras tierras, y vuestros bosques. Me he visto aislado del mundo durante mi infancia y quiero remediarlo.
—La verdad es que todo lo que hay a los alrededores es muy bonito y cuentan muchas historias —coincidió la joven, dando una vuelta para seguir con el baile —. Si quieres y te sobra un poco más de tiempo, podría llevarte a verlas, y contarte alguna historia... Pero solo si quieres —se ofreció la joven con las mejillas enrojecidas.
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Eri sintió un escalofrío cuando Ryu le dedicó aquella sonrisa y el guiño de ojo hizo que subiese un tono rojizo a sus mejillas. ¿Era ella o no solo se había interesado por su armadura? Desvió la mirada y siguió el baile, intentando evitar cruzar sus ojos con los de él, nerviosa.
— Siempre he admirado a los shinobi ¿Qué te llevo a ser una kunoichi, Eri-san?
—Vaya, pues, la verdad es que quise convertirme en alguien que se valiese por sí misma —contestó, al cabo de unos segundos de pensamiento —. Y también porque mi padre lo fue, y es un buen ejemplo... —murmuró casi al final, apenas fue audible gracias a la música y los sonidos de las armaduras moviéndose.