11/12/2017, 00:27
Keisuke fue el primero en tomar su posición mientras el Kage Bunshin de Akame pedía distraídamente una taza de té verde caliente a la camarera de la terraza en la que se había sentado. Mientras bebía con ligeros sorbos, el clon pudo ver a su compañero amejin encaramado al tejado de uno de los edificios. Keisuke le hizo señas, y el Kage Bunshin se limitó a asentir ligeramente con cuanto disimulo fue capaz. De poco servía un escondite si tu compañero te delataba, ¿no?
Luego fue el turno de Juro. El de Kusa tuvo peor suerte, porque su lugar de vigilancia elegido —un lecho de tejas duras y húmedas— era sumamente incómodo. Pero, aun así, podía ver tanto la entrada de la Escuela de Historia como la terraza en la que el Kage Bunshin de Akame pedía ahora un platito de frutos secos.
Entonces, sólo quedó esperar. Desde su posición, ambos gennin echarían la mañana encaramados y sin apenas ver nada interesante. En torno al mediodía el hambre les iría apretando, momento en el que el Kage Bunshin se levantaría de su asiento en la terraza para ir a buscarles algo de comer. Volvería un rato después, y con agilidad felina y discreción subiría hasta los tejados para dejarles una bolsa con un par de sándwiches y un zumo de naranja. Luego, retornaría a su puesto.
Las horas seguían pasando tan muertas como al principio, y conforme iba cayendo la tarde, el viento frío arreciaba en los tejados. Cuando el gran reloj de la Escuela marcó las cinco y media de la tarde, Keisuke pudo ver al profesor Muten Rōshi saliendo por la puerta lateral. Vestía con una capa larga y marrón que ocultaba el resto de sus ropas, llevaba un maletín bajo el brazo y cubría su cabeza con un sombrero de paja.
Andaba rápido, mirando constantemente a un lado y otro de la calle, en dirección a las afueras de Taikarune.
Luego fue el turno de Juro. El de Kusa tuvo peor suerte, porque su lugar de vigilancia elegido —un lecho de tejas duras y húmedas— era sumamente incómodo. Pero, aun así, podía ver tanto la entrada de la Escuela de Historia como la terraza en la que el Kage Bunshin de Akame pedía ahora un platito de frutos secos.
Entonces, sólo quedó esperar. Desde su posición, ambos gennin echarían la mañana encaramados y sin apenas ver nada interesante. En torno al mediodía el hambre les iría apretando, momento en el que el Kage Bunshin se levantaría de su asiento en la terraza para ir a buscarles algo de comer. Volvería un rato después, y con agilidad felina y discreción subiría hasta los tejados para dejarles una bolsa con un par de sándwiches y un zumo de naranja. Luego, retornaría a su puesto.
Las horas seguían pasando tan muertas como al principio, y conforme iba cayendo la tarde, el viento frío arreciaba en los tejados. Cuando el gran reloj de la Escuela marcó las cinco y media de la tarde, Keisuke pudo ver al profesor Muten Rōshi saliendo por la puerta lateral. Vestía con una capa larga y marrón que ocultaba el resto de sus ropas, llevaba un maletín bajo el brazo y cubría su cabeza con un sombrero de paja.
Andaba rápido, mirando constantemente a un lado y otro de la calle, en dirección a las afueras de Taikarune.