16/12/2017, 02:19
El qué le había llevado a él hasta la gótica ciudad de Shinogi-To, no estaba del todo claro. Quizás, su necesidad de despejar un poco la cabeza después de todo lo que le hubo sucedido durante las últimas semanas —el rescate de Ayame, sin lugar a dudas; le habría dejado lo bastante extenuado como para convencerlo de no arrojarse de cabeza a otra misión—, le motivase acercarse hasta la capital del País de la Tormenta.
Él conocía muy bien aquel estiercolero. El corazón más volátil y concurrido de todo Arashi no Kuni, con mil y un de cosas para hacer.
Iba con destino a uno de los tantos bares de la zona, sólo para despejar la mente. Echarse una buenas manos de Babanuki y llevarse una buena bolsa de monedas a casa, ya que solía irle bien jugando a la solterona.
No obstante, antes de poder siquiera a travesar la plaza principal, un túmulo inusual de gente le llamó la atención. Y no sólo a él, sino a todo aquel que estuviese pasando por ahí. Aquella carpa improvisada rodeada por la muchedumbre yacia habitada por un par de tipos, uno más gordo que el otro; y con carteles a su alrededor que rezaban el siguiente mensaje:
No pudo evitar sentir cierta curiosidad por el asunto, por más vago que fuera el mensaje. Sin embargo, ¿qué perdía con quedarse un par de minutos, escuchar lo que aquel par de tontos tuviera que decir, y si no resultase ser nada del otro mundo, pirarse a su juego de cartas?
Se cruzó de brazos, y abrigó aún más su cuerpo con aquella típica túnica de viaje negra que solía usar por sobre el cuerpo, con la capucha también cubriéndole la cabeza y protegiéndole de la lluvia.
Él conocía muy bien aquel estiercolero. El corazón más volátil y concurrido de todo Arashi no Kuni, con mil y un de cosas para hacer.
Iba con destino a uno de los tantos bares de la zona, sólo para despejar la mente. Echarse una buenas manos de Babanuki y llevarse una buena bolsa de monedas a casa, ya que solía irle bien jugando a la solterona.
No obstante, antes de poder siquiera a travesar la plaza principal, un túmulo inusual de gente le llamó la atención. Y no sólo a él, sino a todo aquel que estuviese pasando por ahí. Aquella carpa improvisada rodeada por la muchedumbre yacia habitada por un par de tipos, uno más gordo que el otro; y con carteles a su alrededor que rezaban el siguiente mensaje:
"Los Primeros juegos de Supervivencia"
No pudo evitar sentir cierta curiosidad por el asunto, por más vago que fuera el mensaje. Sin embargo, ¿qué perdía con quedarse un par de minutos, escuchar lo que aquel par de tontos tuviera que decir, y si no resultase ser nada del otro mundo, pirarse a su juego de cartas?
Se cruzó de brazos, y abrigó aún más su cuerpo con aquella típica túnica de viaje negra que solía usar por sobre el cuerpo, con la capucha también cubriéndole la cabeza y protegiéndole de la lluvia.