16/12/2017, 18:13
Cuando Mogura insertó el liquido en el cuerpo del Chunin éste profirió un leve quejido y se retorció de incomodidad y dolor, sin embargo, mucho menos de lo que hubiese hecho una persona sana. Tal vez la cercania a la muerte hacía que el sufrimiento terrenal se aminorase, como si todo lo que tuviese relación con sentirse vivo fuese quedando en un segundo, tercer o incluso cuarto plano.
Sin embargo, cuando el médico procedió a sacar el veneno del cuerpo los gritos de su victima fueron desgarradores, doblándose en si mismo empezó a intentar retorcerse o al menos a intentarlo, a menos que alguien lo sujetase. El superior de sus superiores, el hombre del pelo paja se acercó de inmediato a ayudar, manteniendo a su compañero contra la superficie horizontal a la que podríamos llamar cama.
La respiración del herido se volvió floja e irregular cuando no gritaba de dolor, además de que cada vez respondía menos a los estímulos externos e internos. Pero las cosas no hacían más que ir a peor, por si teniendo un enfermo a las puertas del inframundo no fuese suficiente, la mujer que les había recibido cayó de espaldas inconsciente con la piel roja y gotas de sudor por todo el rostro, respiración agitada y pequeños espasmos.
Aunque no todo era malo, pues las marcas del hombre seguían pausadas por el calor que más o menos su cuerpo mantenía. Tenían que reaccionar rápido, una mala decisión en ese momento podría costarles la vida de dos ninjas, sino los mataban por dejar morir a sus superiores.
Mogura era completamente consciente de que cortar su jutsu a medias mataría a su paciente, igual que era más probable que ese hombre, cuya vida estaba ya comprometida, se muriese que de sobrevivir a la intervención. Un vistazo a la mujer y seguro que podría salvarla, porque peor que él no podía estar si hace unas horas los metió en un Genjutsu.
Keisuke podría ir a ver qué le pasaba sin problema, ya que tampoco estaba aportando demasiado a la operación, pero el que más fácil lo tenía era Karamaru, pues la mujer había caído en su dirección, incluso si reaccionaba suficientemente rápido, podría evitar que se diese contra el suelo.
Fuese como fuera, el responsable de toda esa gente les miraba apremiándolos a que dijesen qué hacer a continuación, ya que él no podía soltar al enfermo que aún intentaba retorcerse y eso comprometería gravemente lo que fuese que Mogura estaba haciendo en sus adentros. No había ni rastro de enfado o de nada que no fuese una profunda confusión.
Sin embargo, cuando el médico procedió a sacar el veneno del cuerpo los gritos de su victima fueron desgarradores, doblándose en si mismo empezó a intentar retorcerse o al menos a intentarlo, a menos que alguien lo sujetase. El superior de sus superiores, el hombre del pelo paja se acercó de inmediato a ayudar, manteniendo a su compañero contra la superficie horizontal a la que podríamos llamar cama.
La respiración del herido se volvió floja e irregular cuando no gritaba de dolor, además de que cada vez respondía menos a los estímulos externos e internos. Pero las cosas no hacían más que ir a peor, por si teniendo un enfermo a las puertas del inframundo no fuese suficiente, la mujer que les había recibido cayó de espaldas inconsciente con la piel roja y gotas de sudor por todo el rostro, respiración agitada y pequeños espasmos.
Aunque no todo era malo, pues las marcas del hombre seguían pausadas por el calor que más o menos su cuerpo mantenía. Tenían que reaccionar rápido, una mala decisión en ese momento podría costarles la vida de dos ninjas, sino los mataban por dejar morir a sus superiores.
Mogura era completamente consciente de que cortar su jutsu a medias mataría a su paciente, igual que era más probable que ese hombre, cuya vida estaba ya comprometida, se muriese que de sobrevivir a la intervención. Un vistazo a la mujer y seguro que podría salvarla, porque peor que él no podía estar si hace unas horas los metió en un Genjutsu.
Keisuke podría ir a ver qué le pasaba sin problema, ya que tampoco estaba aportando demasiado a la operación, pero el que más fácil lo tenía era Karamaru, pues la mujer había caído en su dirección, incluso si reaccionaba suficientemente rápido, podría evitar que se diese contra el suelo.
Fuese como fuera, el responsable de toda esa gente les miraba apremiándolos a que dijesen qué hacer a continuación, ya que él no podía soltar al enfermo que aún intentaba retorcerse y eso comprometería gravemente lo que fuese que Mogura estaba haciendo en sus adentros. No había ni rastro de enfado o de nada que no fuese una profunda confusión.