19/12/2017, 03:38
Kōtetsu evadió la nueva arremetida del no muerto que le estaba atacando, para luego asestarle un contundente segundo sablazo en la parte baja de la espalda. Sintió como el filo de su arma se enterró en la endurecida carne hasta cortar el hueso, destruyendo algunas vertebras en el proceso. La criatura cayó al suelo, incapaz de mantenerse de pie al recibir semejante daño en la columna y quedar parcialmente seccionado; pero aun así continuaba moviéndose con aterradora energía, emitiendo un malévolo siseo desde sus congelados pulmones y fijando sus llameantes ojos azules en las carnes del muchacho.
—Ya veo… —se dijo a si mismo al entender la situación—: es inútil tratar de matarles como a una persona viva, o intentar incapacitarlos cercenándolos; la única forma de acabar con ellos es destruir por completo sus cuerpos.
Ahora entendía porque el fuego resultaba el arma ideal contra aquello seres. Ahora entendía lo práctico de una tradición que dictaba que debían de quemar a los muertos. Ahora entendía lo bueno que hubiese sido el estar junto a un ninja que supiese utilizar katon.
Por su parte, Keisuke se defendía como mejor podía: al primero de sus atacantes le asesto un poderoso golpe cargado de chakra, despedazandole la mitad del tórax y provocando que una vasta cantidad de viseras heladas nevaran sobre él. La criatura parcialmente destruida cayó al suelo, e inmediatamente trato de reincorporarse entre torpes y espasmódicos movimientos. En cuanto otro enemigo se le acercó, realizo una secuencia de sellos y desde su boca surgió una potente y pesada pared de agua que barrió una parte de las filas enemigas.
Y pese al poderoso ataque de ninjutsu, los no muertos se limitaron a reacomodar forzadamente sus torcidas extremidades y a levantarse de nuevo, como si nada.
—¡No pueden ganar, no así! —grito el anciano desde el pórtico—. ¡Entren debemos refugiarnos y trazar un plan!
El joven de ojos grises esgrimió con violencia su katana, deshaciéndose de varios no muertos que se cernían sobre sus pasos. Espero al joven de ojos melíferos y cuando estuvieron listos se adentraron en el edificio, dejando caer pesadamente tras de sí la antigua y maciza puerta. Una vez adentro deberían de imitar las acciones de Konohana y comenzar a volcar cuanto mueble o estante pudiesen frente a la puerta, que no dejaba de emitir el desesperante sonido de aquellos seres embistiendo contra ella.
Cansado y falto de aliento, el Hakagurē se dejó caer, pensando en el poco tiempo que aquella barricada podría otorgarles.
—Que locura, ¿no? —jadeo, mientras observaba a Keisuke—. Y pensar que aquella historia de los muertos que se alzaban seria real.
»Bueno… Esto no es diferente a estar rodeados de enemigos durante un asedio —dijo, más para darse ánimos a si mismo que para ser justo y realista—. Debemos buscar la forma de salir de aquí y dirigirnos al centro del pueblo, al hotel… Ese será el sitio más seguro y fácil de defender.
—¡¿Estas demente?! —vocifero la asistente del anciano—. ¡¿No ves que estamos completamente rodeados por una horda de muertos, y que ni siquiera podemos acabar con uno de ellos?!
—Debe haber algo que podamos hacer… —aseguro, sin mucha determinación—. De seguro ustedes pueden hacer algo —alego, refiriendose al anciano y a la muchachita pálida—: usted es un Sarutobi, de seguro tiene alguna técnica flamígera capaz de hacer frente a los no muertos, nosotros podemos cubrirle si eso es lo que necesita. Y tú, Sapayauitl, este es una habilidad típica de tu pueblo; de seguro también puedes controlarlos, solo dinos si necesitas tiempo y lo conseguiremos para ti.
Tanto el anciano como la chiquilla desviaron la mirada hacia el suelo con pesar.
—Hace años una herida congelo y destruyo gran parte de mi sistema circulatorio de chakra… Ahora soy incapaz de usar algún jutsu, por pequeño que sea.
—Levantar caídos, ser arte compleja, necesitar entrenar décadas, grandes conocimientos antiguos… Imposible para Sapayauitl.
El joven se encamino hacia la cálida oficina y se dejó caer con notable desdicha sobre el asiento que había estado ocupando hasta hacia poco.
Entonces, ¿así estamos, atrapados a la espera de una muerte horrible y un aún más horrible destino posterior? —le pregunto a Keisuke en cuanto lo tuvo suficientemente cerca, sonriendo mientras temblaba un poco—. Es terrible… siempre quise creer que cuando me llegara el momento de morir lo recibiría con valiente resignación y serenidad… Y en parte es así, pero ahora me aterra algo que jamás había contemplado; el terminar convertido en una de esas abominaciones.
»Yo siempre imagine que más allá de la muerte me esperaría el descanso y la paz eternas; era una pequeña esperanza que no contemplaba la miseria de una segunda existencia vacía y retorcida.
—Ya veo… —se dijo a si mismo al entender la situación—: es inútil tratar de matarles como a una persona viva, o intentar incapacitarlos cercenándolos; la única forma de acabar con ellos es destruir por completo sus cuerpos.
Ahora entendía porque el fuego resultaba el arma ideal contra aquello seres. Ahora entendía lo práctico de una tradición que dictaba que debían de quemar a los muertos. Ahora entendía lo bueno que hubiese sido el estar junto a un ninja que supiese utilizar katon.
Por su parte, Keisuke se defendía como mejor podía: al primero de sus atacantes le asesto un poderoso golpe cargado de chakra, despedazandole la mitad del tórax y provocando que una vasta cantidad de viseras heladas nevaran sobre él. La criatura parcialmente destruida cayó al suelo, e inmediatamente trato de reincorporarse entre torpes y espasmódicos movimientos. En cuanto otro enemigo se le acercó, realizo una secuencia de sellos y desde su boca surgió una potente y pesada pared de agua que barrió una parte de las filas enemigas.
Y pese al poderoso ataque de ninjutsu, los no muertos se limitaron a reacomodar forzadamente sus torcidas extremidades y a levantarse de nuevo, como si nada.
—¡No pueden ganar, no así! —grito el anciano desde el pórtico—. ¡Entren debemos refugiarnos y trazar un plan!
El joven de ojos grises esgrimió con violencia su katana, deshaciéndose de varios no muertos que se cernían sobre sus pasos. Espero al joven de ojos melíferos y cuando estuvieron listos se adentraron en el edificio, dejando caer pesadamente tras de sí la antigua y maciza puerta. Una vez adentro deberían de imitar las acciones de Konohana y comenzar a volcar cuanto mueble o estante pudiesen frente a la puerta, que no dejaba de emitir el desesperante sonido de aquellos seres embistiendo contra ella.
Cansado y falto de aliento, el Hakagurē se dejó caer, pensando en el poco tiempo que aquella barricada podría otorgarles.
—Que locura, ¿no? —jadeo, mientras observaba a Keisuke—. Y pensar que aquella historia de los muertos que se alzaban seria real.
»Bueno… Esto no es diferente a estar rodeados de enemigos durante un asedio —dijo, más para darse ánimos a si mismo que para ser justo y realista—. Debemos buscar la forma de salir de aquí y dirigirnos al centro del pueblo, al hotel… Ese será el sitio más seguro y fácil de defender.
—¡¿Estas demente?! —vocifero la asistente del anciano—. ¡¿No ves que estamos completamente rodeados por una horda de muertos, y que ni siquiera podemos acabar con uno de ellos?!
—Debe haber algo que podamos hacer… —aseguro, sin mucha determinación—. De seguro ustedes pueden hacer algo —alego, refiriendose al anciano y a la muchachita pálida—: usted es un Sarutobi, de seguro tiene alguna técnica flamígera capaz de hacer frente a los no muertos, nosotros podemos cubrirle si eso es lo que necesita. Y tú, Sapayauitl, este es una habilidad típica de tu pueblo; de seguro también puedes controlarlos, solo dinos si necesitas tiempo y lo conseguiremos para ti.
Tanto el anciano como la chiquilla desviaron la mirada hacia el suelo con pesar.
—Hace años una herida congelo y destruyo gran parte de mi sistema circulatorio de chakra… Ahora soy incapaz de usar algún jutsu, por pequeño que sea.
—Levantar caídos, ser arte compleja, necesitar entrenar décadas, grandes conocimientos antiguos… Imposible para Sapayauitl.
El joven se encamino hacia la cálida oficina y se dejó caer con notable desdicha sobre el asiento que había estado ocupando hasta hacia poco.
Entonces, ¿así estamos, atrapados a la espera de una muerte horrible y un aún más horrible destino posterior? —le pregunto a Keisuke en cuanto lo tuvo suficientemente cerca, sonriendo mientras temblaba un poco—. Es terrible… siempre quise creer que cuando me llegara el momento de morir lo recibiría con valiente resignación y serenidad… Y en parte es así, pero ahora me aterra algo que jamás había contemplado; el terminar convertido en una de esas abominaciones.
»Yo siempre imagine que más allá de la muerte me esperaría el descanso y la paz eternas; era una pequeña esperanza que no contemplaba la miseria de una segunda existencia vacía y retorcida.