21/12/2017, 04:35
(Última modificación: 21/12/2017, 04:36 por Umikiba Kaido.)
—No se preocupe, joven, yo le avisaré. Y sí, mire, allaaaaaá en el fondo está la estancia de espera. No es un bar per se, pero seguro que lo encuentra agradable. Pero por favor, mantenga a esa araña en donde está, no quiero que me espante a los demás huéspedes...
Y es que, cuando Yota llegase hasta los linderos de aquella estancia vecina, se encontraría con un amplio cuarto que contaba no sólo con un buen número de mesas artesanales y dignas de la región, sino con un buen puñado de gente que concurría varias de ellas. Parecían divididos en grupos y compartían anécdotas con bebidas, típico de los alojamientos de esa calaña.
Si él tomaba asiento, alguien le llevaría una taza de té, y un vaso de agua. Además de una pequeña carta con algunos aperitivos que podría pedir durante la espera.
Y la espera, de por sí, podía ser bastante tediosa. Eso, quizás, le obligaría a echar un vistazo a su alrededor, a ver quiénes pululaban por ahí. Evidentemente, no le saltó ningún rostro familiar —estando tan lejos de casa, eso habría sido extraño—, pero sí que se sintió enormemente atraído por una de las parejas que conversaban en una de las mesas contiguas. Casi que susurraban, pero estando él lo suficientemente cerca, podía oír algo.
—Sí, sí, ¡me enteré ayer, tío! dicen que la expedición que partió durante Aliento Nevado no regresó nunca. Joder, ¿qué cosas, no?
Y es que, cuando Yota llegase hasta los linderos de aquella estancia vecina, se encontraría con un amplio cuarto que contaba no sólo con un buen número de mesas artesanales y dignas de la región, sino con un buen puñado de gente que concurría varias de ellas. Parecían divididos en grupos y compartían anécdotas con bebidas, típico de los alojamientos de esa calaña.
Si él tomaba asiento, alguien le llevaría una taza de té, y un vaso de agua. Además de una pequeña carta con algunos aperitivos que podría pedir durante la espera.
Y la espera, de por sí, podía ser bastante tediosa. Eso, quizás, le obligaría a echar un vistazo a su alrededor, a ver quiénes pululaban por ahí. Evidentemente, no le saltó ningún rostro familiar —estando tan lejos de casa, eso habría sido extraño—, pero sí que se sintió enormemente atraído por una de las parejas que conversaban en una de las mesas contiguas. Casi que susurraban, pero estando él lo suficientemente cerca, podía oír algo.
—Sí, sí, ¡me enteré ayer, tío! dicen que la expedición que partió durante Aliento Nevado no regresó nunca. Joder, ¿qué cosas, no?