23/12/2017, 16:44
Los genin tomaron posiciones y Keisuke sacó la cámara, sujetándola entre sus manos. Probablemente nadie se había fijado todavía en él —para su fortuna, ni siquiera el profesor Rōshi—, pero de seguir con aquel artilugio a la vista terminaría por llamar la atención. Al fin y al cabo estaban en Taikarune, muy al Sureste de Amegakure, y aquella tecnología no era común por allí.
Conforme el ambiente del bar se iba animando y más trabajadores del puerto se unían a sus colegas, se iba haciendo más difícil mantener controlada a la pareja. En un momento dado el profesor dijo algo al oído de su amante; ella rió con la inocencia de una joven, y ambos se pusieron en pie. Ante la mirada de los dos shinobi, la pareja se dirigiría a la barra. Allí el profesor pediría la cuenta, pagaría dejando unos cuantos billetes sobre la madera, y ambos saldrían por la única puerta del bar.
Fuera, Akame los vió pasar de largo, calle abajo, en dirección al puerto. Mientras, el Sol se iba ocultando tras el horizonte, y la penumbra poco a poco invadía Taikarune.
«¿Lo habrán conseguido?» se preguntó el Uchiha mientras veía al académico y a su amante alejarse poco a poco.
Conforme el ambiente del bar se iba animando y más trabajadores del puerto se unían a sus colegas, se iba haciendo más difícil mantener controlada a la pareja. En un momento dado el profesor dijo algo al oído de su amante; ella rió con la inocencia de una joven, y ambos se pusieron en pie. Ante la mirada de los dos shinobi, la pareja se dirigiría a la barra. Allí el profesor pediría la cuenta, pagaría dejando unos cuantos billetes sobre la madera, y ambos saldrían por la única puerta del bar.
Fuera, Akame los vió pasar de largo, calle abajo, en dirección al puerto. Mientras, el Sol se iba ocultando tras el horizonte, y la penumbra poco a poco invadía Taikarune.
«¿Lo habrán conseguido?» se preguntó el Uchiha mientras veía al académico y a su amante alejarse poco a poco.