29/12/2017, 02:30
El silencio era sepulcral, pero aún más lo era aquel ruido externo que nos hacía recordar que la muerte estaba a pocos metros de nosotros, una muerte que probablemente no tendría escapatoria, ¿acaso no tendríamos suerte con alguna de esas cajones? Hasta que la voz del moreno se anunció con buenas noticias.
—Ya estoy viendo algunas cosas que podrían sernos de utilidad —
Dejé las antiguedades que estaban entre mis manos y me hice hasta su lado en un par de segundos, equipo médico y algunas pieles de animales fue lo primero que vi, no es que no fueran importante, pero no era lo que necesitabamos en este momento; luego vino algo realmente útil, queroseno, brea, aceite y pólvora. —Lo necesario para una gran explosión.— Agarré una de las botellas de queroseno y sonreí como sí nuestras vidas estuvieran a salvo, pero... Al notar aquel estado tan deplorable y su baja temperatura me hacía duda de su eficacia. —Esperemos que el agente detonante se haya conservado bien con el frío.— Anuncié un poco más escéptico.
—Bueno, hay lo suficiente como para considerarse un pequeño arsenal. — Comentó positivamente, era mejor tener esperanzas y ánimos...
Admiré con silencio unos cuantos segundos lo que hacía mi compañero y cuando entendí lo que intentaba hacer, me encargué de ayudarle, abrir un campo y vaciar las vasijas de aceite y barriles de brea en un caldero, que pronto fue sometido al fuego, para lograr una temperatura acorde a su uso.
—Debo admitir que es el primer sitio donde la plenitud de sus leyendas locales resulta ser cierta. Bueno, excepto por el hecho de que los “Seltkalt” no estaban tan extintos como creían.
—No suelo recordar muchas leyendas de pueblos, pero esta sin duda no podría olvidarla.— Continué su conversación.
—No tiene caso andar con discreciones ahora que ya están al fondo de la grieta —refunfuño el anciano—. Además, puede que dentro de poco estemos muertos, así que el secreto bien podría quedar a salvo… ¡Escúchenme bien!
Le devolví la mirada al peliblanco, me mantuve en silencio esperando a que Sarutobi expresara más.
—Los Seltkalt jamás estuvieron extintos, esa es la verdad: durante la primera guerra de fuego y hielo —hace cientos de años—, los Sarutobi tuvieron… tuvimos la oportunidad de aniquilarlos, pero los colonos nos daban tanto prestigio y poder por aquella miserable tarea… que si aquellos nativos desaparecían, perderíamos toda nuestra influencia.
"Que honorables fueron... Decidieron mantenerlos con vida para seguir consiguiendo su fama" Me dije entre irónico y molesto.
»Veníamos de una enorme guerra en donde dábamos la vida por señores que prometían pagarnos cuando todo terminara, y luego morían antes cumplir su parte del contrato. De pronto, no encontramos con esta tierra donde se nos alababa como héroes y salvadores, todo a cambio de deshacernos de unos cuantos nativos que, la verdad sea dicha, eran un hueso duro de roer. La gente de aquel entonces eran solo un montón de refugiados, pobres e ignorantes. Lo único con lo que podían pagar nuestros servicios era con cargos públicos y títulos de propiedad. Aquello resulto ser suficiente para nosotros, y poco nos importaba estar en la congelada tierra sagrada de un montón de fríos y hostiles pseudóninjas.
Me mantuve escuchando, atónito. ¿Estaba tratando de confesar sus pecados? ¿Acaso se sentía culpable de algo? ¿O tendría remordimiento? Sinceramente no creía nada de eso, pero nos lo contaba por algún motivo, porque esa era la verdad y debía saberse después de todo ese tiempo de "paz"; ciertamente no me extrañaría sí los aldeanos los mantuvieran en su cargo, y realmente no debía importarme que sucedería ahí, lo único que debía hacer era marcharme en cuanto tuviéramos la mejor oportunidad.
»Se desarrolló la guerra y todo siguió su curso… Pero resulto que el plan de nuestro líder era seguir haciendo de héroes hasta ser dueños de todo el pueblo, tanto administrativa como cultural y políticamente… Y aquello no era posible si no teníamos un enemigo al cual derrotar y que nos diera el prestigio necesario. Así que la decisión fue desarrollar un plan de control de vida sobre la tribu Seltkalt: se dejarían con vida los suficientes como para buscar pelea cuando nuestras intenciones o posiciones estuvieran en juego, para el teatro; pero no los suficientes como para representar una amenaza real para el pueblo; muerte a los más fuertes y rebeldes, vida a los mas débiles y sumisos.
"Avaricia..." Miré a la nativa, realmente se miraba confundida, pero no totalmente sorprendida, ¿sabría algo?
—Sí, esa es la grotescamente épica historia de cómo mi familia se convirtió en un grupo de héroes, que a su vez son dueños del pueblo y de lo que este cree saber. Ese es el conocimiento del cual soy guardián… Ya ven: el lado más terrible de la historia es el que no se cuenta a las masas… siempre es el que no se cuenta a las masas.
—Vaya...— Suspiré ante la revelación. —Supongo que uno nunca está seguro de saber la verdadera verdad de la historia.— Hice una breve pausa. —Ahora debemos aferrarnos a su verdad, y es aquí en donde me pregunto... ¿Dónde se supone que están los héroes Sarutobi para defender de este nuevo ataque?— Disparé sin dudar.
—Porque técnicamente ustedes sabían que esto sucedería algún día y debían estar preparado para ello...
Sino no seguirían en su gloria.— Miré a la chica y luego al peliblanco, no sabía sí confrontarlo era lo mejor, pero... ¿Qué más podía hacer? La caldera parecía que no herviría más rápido si la mirábamos...
—Y me imagino que usted como el guardian del conocimiento debió haber tenido una estrategia en caso de emergencias, porque como comentó su hermano no es bueno dirigiendo...— Comenté un tanto irritado, mis palabras iban aumentando en ritmo y velocidad mientras mi rostro se tornaba un poco colorado...
"¿Cuánto tiempo nos queda?" El ruido externo a la casa no había cesado en ningún momento y no esperaba a que esos muros de roca pudieran retenerlos por siempre, todo era cuestión de tiempo.
Caminé hasta el caldero y miré el contenido viscoso que ahí se calentaba.
—Ya estoy viendo algunas cosas que podrían sernos de utilidad —
Dejé las antiguedades que estaban entre mis manos y me hice hasta su lado en un par de segundos, equipo médico y algunas pieles de animales fue lo primero que vi, no es que no fueran importante, pero no era lo que necesitabamos en este momento; luego vino algo realmente útil, queroseno, brea, aceite y pólvora. —Lo necesario para una gran explosión.— Agarré una de las botellas de queroseno y sonreí como sí nuestras vidas estuvieran a salvo, pero... Al notar aquel estado tan deplorable y su baja temperatura me hacía duda de su eficacia. —Esperemos que el agente detonante se haya conservado bien con el frío.— Anuncié un poco más escéptico.
—Bueno, hay lo suficiente como para considerarse un pequeño arsenal. — Comentó positivamente, era mejor tener esperanzas y ánimos...
Admiré con silencio unos cuantos segundos lo que hacía mi compañero y cuando entendí lo que intentaba hacer, me encargué de ayudarle, abrir un campo y vaciar las vasijas de aceite y barriles de brea en un caldero, que pronto fue sometido al fuego, para lograr una temperatura acorde a su uso.
—Debo admitir que es el primer sitio donde la plenitud de sus leyendas locales resulta ser cierta. Bueno, excepto por el hecho de que los “Seltkalt” no estaban tan extintos como creían.
—No suelo recordar muchas leyendas de pueblos, pero esta sin duda no podría olvidarla.— Continué su conversación.
—No tiene caso andar con discreciones ahora que ya están al fondo de la grieta —refunfuño el anciano—. Además, puede que dentro de poco estemos muertos, así que el secreto bien podría quedar a salvo… ¡Escúchenme bien!
Le devolví la mirada al peliblanco, me mantuve en silencio esperando a que Sarutobi expresara más.
—Los Seltkalt jamás estuvieron extintos, esa es la verdad: durante la primera guerra de fuego y hielo —hace cientos de años—, los Sarutobi tuvieron… tuvimos la oportunidad de aniquilarlos, pero los colonos nos daban tanto prestigio y poder por aquella miserable tarea… que si aquellos nativos desaparecían, perderíamos toda nuestra influencia.
"Que honorables fueron... Decidieron mantenerlos con vida para seguir consiguiendo su fama" Me dije entre irónico y molesto.
»Veníamos de una enorme guerra en donde dábamos la vida por señores que prometían pagarnos cuando todo terminara, y luego morían antes cumplir su parte del contrato. De pronto, no encontramos con esta tierra donde se nos alababa como héroes y salvadores, todo a cambio de deshacernos de unos cuantos nativos que, la verdad sea dicha, eran un hueso duro de roer. La gente de aquel entonces eran solo un montón de refugiados, pobres e ignorantes. Lo único con lo que podían pagar nuestros servicios era con cargos públicos y títulos de propiedad. Aquello resulto ser suficiente para nosotros, y poco nos importaba estar en la congelada tierra sagrada de un montón de fríos y hostiles pseudóninjas.
Me mantuve escuchando, atónito. ¿Estaba tratando de confesar sus pecados? ¿Acaso se sentía culpable de algo? ¿O tendría remordimiento? Sinceramente no creía nada de eso, pero nos lo contaba por algún motivo, porque esa era la verdad y debía saberse después de todo ese tiempo de "paz"; ciertamente no me extrañaría sí los aldeanos los mantuvieran en su cargo, y realmente no debía importarme que sucedería ahí, lo único que debía hacer era marcharme en cuanto tuviéramos la mejor oportunidad.
»Se desarrolló la guerra y todo siguió su curso… Pero resulto que el plan de nuestro líder era seguir haciendo de héroes hasta ser dueños de todo el pueblo, tanto administrativa como cultural y políticamente… Y aquello no era posible si no teníamos un enemigo al cual derrotar y que nos diera el prestigio necesario. Así que la decisión fue desarrollar un plan de control de vida sobre la tribu Seltkalt: se dejarían con vida los suficientes como para buscar pelea cuando nuestras intenciones o posiciones estuvieran en juego, para el teatro; pero no los suficientes como para representar una amenaza real para el pueblo; muerte a los más fuertes y rebeldes, vida a los mas débiles y sumisos.
"Avaricia..." Miré a la nativa, realmente se miraba confundida, pero no totalmente sorprendida, ¿sabría algo?
—Sí, esa es la grotescamente épica historia de cómo mi familia se convirtió en un grupo de héroes, que a su vez son dueños del pueblo y de lo que este cree saber. Ese es el conocimiento del cual soy guardián… Ya ven: el lado más terrible de la historia es el que no se cuenta a las masas… siempre es el que no se cuenta a las masas.
—Vaya...— Suspiré ante la revelación. —Supongo que uno nunca está seguro de saber la verdadera verdad de la historia.— Hice una breve pausa. —Ahora debemos aferrarnos a su verdad, y es aquí en donde me pregunto... ¿Dónde se supone que están los héroes Sarutobi para defender de este nuevo ataque?— Disparé sin dudar.
—Porque técnicamente ustedes sabían que esto sucedería algún día y debían estar preparado para ello...
Sino no seguirían en su gloria.— Miré a la chica y luego al peliblanco, no sabía sí confrontarlo era lo mejor, pero... ¿Qué más podía hacer? La caldera parecía que no herviría más rápido si la mirábamos...
—Y me imagino que usted como el guardian del conocimiento debió haber tenido una estrategia en caso de emergencias, porque como comentó su hermano no es bueno dirigiendo...— Comenté un tanto irritado, mis palabras iban aumentando en ritmo y velocidad mientras mi rostro se tornaba un poco colorado...
"¿Cuánto tiempo nos queda?" El ruido externo a la casa no había cesado en ningún momento y no esperaba a que esos muros de roca pudieran retenerlos por siempre, todo era cuestión de tiempo.
Caminé hasta el caldero y miré el contenido viscoso que ahí se calentaba.