30/12/2017, 03:24
— ¡Vaya, vaya! ¿Cómo te llamas chico? —inquirió el anunciante.
—Kaido —respondió él, tan seco como irónicamente no debería serlo un Hozuki. Le clavó la mirada, y no por poco los dientes; y aguardó a que el hombre se debatiera entre sus propias tribulaciones hasta que éste volviera a hablar. Y es que, su principal inconveniente, era que el escualo no tenía pareja para el concurso, y no porque no hubiese gente suficiente como para haberse pareado con alguien, sino que, a su modo de ver, podría competir sin necesidad de un segundón.
Mejor sólo que mal acompañado, dijo una vez una lengua sabia.
El tipo, no obstante, recurrió a la atención que aún yacía concentrada en su figura y pidió, a voz alzada, algún candidato para unirse al equipo Tiburón. Sí, porque así se iba a llamar. Equipo Tiburón.
Kaido echó un vistazo a su alrededor, tan intimidante como sólo él podía serlo; y aguardó. Unos tantos le rehuyeron la mirada, y el resto tuvo que virar hacia el lugar de donde provino la voz de la discordia. La de aquel que no temía en unirse a un fenómeno como el gyojin.
—Yo mismo, si no es inconveniente —cabello blanco, pulcra sonrisa. Ojos violáceos y, además, esa inconfundible piel de leche que resaltaba mucho más durante el frío invierno del 218. Su nombre era Riko. Senju Riko.
Y, Riko era un viejo colega de Kaido. Un tipo al que conoció una vez en el País del Viento, y con el que continuó encontrándose en diversas locaciones de Oonindo. Un tipo con el que generalmente no podía tener una conversación normal sin que, tras intercambiar cuatro palabras, ya se encontrasen metidos en asuntos cuestionables y turbios, en donde tuvieran que medirse con matones o incluso viéndose encerrados en templos ocultos que escondiesen a una maldita esponja viviente de chakra. Anécdotas, y más anécdotas.
Kaido sonrió, mientras negaba con la cabeza.
—Oh, oh. Mi buen Yakizana-san, temed. Temed, pues cuando Umikiba Kaido y el señor Riko andan juntos, no será bueno nada de lo que suceda. Nada bueno.
La mano del gyojin se alzo, esperando estrechar la de su interlocutor.
—¿Preparado para ganar los Juegos, Riko-kun?
—Kaido —respondió él, tan seco como irónicamente no debería serlo un Hozuki. Le clavó la mirada, y no por poco los dientes; y aguardó a que el hombre se debatiera entre sus propias tribulaciones hasta que éste volviera a hablar. Y es que, su principal inconveniente, era que el escualo no tenía pareja para el concurso, y no porque no hubiese gente suficiente como para haberse pareado con alguien, sino que, a su modo de ver, podría competir sin necesidad de un segundón.
Mejor sólo que mal acompañado, dijo una vez una lengua sabia.
El tipo, no obstante, recurrió a la atención que aún yacía concentrada en su figura y pidió, a voz alzada, algún candidato para unirse al equipo Tiburón. Sí, porque así se iba a llamar. Equipo Tiburón.
Kaido echó un vistazo a su alrededor, tan intimidante como sólo él podía serlo; y aguardó. Unos tantos le rehuyeron la mirada, y el resto tuvo que virar hacia el lugar de donde provino la voz de la discordia. La de aquel que no temía en unirse a un fenómeno como el gyojin.
—Yo mismo, si no es inconveniente —cabello blanco, pulcra sonrisa. Ojos violáceos y, además, esa inconfundible piel de leche que resaltaba mucho más durante el frío invierno del 218. Su nombre era Riko. Senju Riko.
Y, Riko era un viejo colega de Kaido. Un tipo al que conoció una vez en el País del Viento, y con el que continuó encontrándose en diversas locaciones de Oonindo. Un tipo con el que generalmente no podía tener una conversación normal sin que, tras intercambiar cuatro palabras, ya se encontrasen metidos en asuntos cuestionables y turbios, en donde tuvieran que medirse con matones o incluso viéndose encerrados en templos ocultos que escondiesen a una maldita esponja viviente de chakra. Anécdotas, y más anécdotas.
Kaido sonrió, mientras negaba con la cabeza.
—Oh, oh. Mi buen Yakizana-san, temed. Temed, pues cuando Umikiba Kaido y el señor Riko andan juntos, no será bueno nada de lo que suceda. Nada bueno.
La mano del gyojin se alzo, esperando estrechar la de su interlocutor.
—¿Preparado para ganar los Juegos, Riko-kun?