30/12/2017, 03:41
Los hombres dentro de la casa se habían quedado dormidos en sus lugares, definitivamente no como cualquier otra persona normal se echaría a dormir pero se los veía cómodos, además de que el único sonido que emitían eran ronquidos ensordecedores.
El peli-blanco habló primero, sugirió que se movieran hacia el establo pero la rubia no estaba del todo segura de que fuese buena idea. Principalmente porque por lo incómodo que han de estar aquellos dos sería cuestión de tiempo a que se levanten.
—Si estás seguro… —contestó en un murmullo.
Acto seguido, se levantó despacio y asegurándose que debajo suyo no hubiese nada que pudiera producir ruido, como alguna ramita u hoja seca. Luego comenzaría a marchar sigilosamente hacia el establo, directo a la ventana que anteriormente había visto pero que indudablemente no permitiría el paso a su robusto cuerpo.
En cualquier caso, si Riko la siguió hasta allí y no había ningún tipo de inconveniente de por medio, Koko voltearía y le indicaría a su compañero la entrada que había encontrado.
—Por ahí, fíjate de no asustar a los caballos —dijo fijando su vista a la puerta de la casa.
Iba a quedarse en la oscuridad vigilando que no apareciera nadie, y en cualquier caso se las arreglaría para alertar a su compañero una vez estuviese dentro del establo.
El peli-blanco habló primero, sugirió que se movieran hacia el establo pero la rubia no estaba del todo segura de que fuese buena idea. Principalmente porque por lo incómodo que han de estar aquellos dos sería cuestión de tiempo a que se levanten.
—Si estás seguro… —contestó en un murmullo.
Acto seguido, se levantó despacio y asegurándose que debajo suyo no hubiese nada que pudiera producir ruido, como alguna ramita u hoja seca. Luego comenzaría a marchar sigilosamente hacia el establo, directo a la ventana que anteriormente había visto pero que indudablemente no permitiría el paso a su robusto cuerpo.
En cualquier caso, si Riko la siguió hasta allí y no había ningún tipo de inconveniente de por medio, Koko voltearía y le indicaría a su compañero la entrada que había encontrado.
—Por ahí, fíjate de no asustar a los caballos —dijo fijando su vista a la puerta de la casa.
Iba a quedarse en la oscuridad vigilando que no apareciera nadie, y en cualquier caso se las arreglaría para alertar a su compañero una vez estuviese dentro del establo.