5/01/2018, 17:02
La chica se vio un tanto afectada por la actitud tan toca-ovarios del pelirrojo. El pecoso casi la saca de sus casillas, y realmente no era para menos. Era lo que buscaba, una excusa para dejar de lado el estudio, ya fuese por una pequeña trifulca o simplemente por una charla que no llevaba a ningún buen puerto. Fuese como fuese, la chica mantuvo la compostura tanto como pudo, y escribió un tanto furibunda una respuesta que rápidamente enseñaría al pequeño.
Tras unos segundos en que el chico se rehusaba a leer la nota, finalmente le pudo la curiosidad. Terminó por leerla, y tras ello quedó por unos segundos en silencio. Sentado aún en la silla, reculó un poco, arqueó una ceja, y clavó las manos en sus propias pantorrillas en una pose de "no me lo creo" casi de Oscar.
—Venga ya vieja, ¿a quién intentas timar? —contestó de mala gana —te lo acabas de inventar, vieja.
Haciendo hincapié en lo que al parecer le había molestado, en su opinión, el chico volvió a acometer con fuerza en pos de fastidiar. El resto de chicos apenas hicieron caso a lo comentado por la nota de la chica, algunos ni se molestaron en leerla. La mayoría, por no decir todos, se deleitaban en la manera que el pelirrojo tenía para molestar a la gente —en éste caso la chica— y reían de nuevo.
Pero, en ese momento el ambiente se volvió mucho mas tenso. Unos tacones marcaron el paso por las escaleras, al mirar hacia allí, podrían ver que la señora Otoshino bajaba con calma y firmeza. A su vera bajaban las compañeras, y poco mas atrás el chico que se encargaba de cuidarlos o instruirlos. Todos bajaban en pleno silencio, y con tan solo una mirada de la mujer, los que se burlaban de la genin terminaron mudos, sin nada de que reír.
La conocían, y sabían muy bien de su carácter rudo y firme. No era la primera vez que venían desde que esa mujer estaba a cargo de la biblioteca, y sabían muy bien que lo mejor era llevarse bien con ella. Eso, o simplemente quedaron amedrentados un poco porque no sabían que estaba allí, y pensarían que la biblioteca se había convertido en su patio particular, para hacer lo que les diese de la real gana.
La mujer se dirigió directamente hacia el mostrador, y el resto se fueron sentando en los huecos vacíos que quedaban. Tan solo una persona se desvió de esa acción, el cuidador. Éste se acercó hacia la chica, y realizó una formal reverencia a modo de agradecimiento.
—Muchas gracias por echarles un ojo, y lamento las molestias —aclaró a la chica, en un tono realmente bajo.
Ante todo, el silencio comenzó a reinar en el habitáculo.
Tras unos segundos en que el chico se rehusaba a leer la nota, finalmente le pudo la curiosidad. Terminó por leerla, y tras ello quedó por unos segundos en silencio. Sentado aún en la silla, reculó un poco, arqueó una ceja, y clavó las manos en sus propias pantorrillas en una pose de "no me lo creo" casi de Oscar.
—Venga ya vieja, ¿a quién intentas timar? —contestó de mala gana —te lo acabas de inventar, vieja.
Haciendo hincapié en lo que al parecer le había molestado, en su opinión, el chico volvió a acometer con fuerza en pos de fastidiar. El resto de chicos apenas hicieron caso a lo comentado por la nota de la chica, algunos ni se molestaron en leerla. La mayoría, por no decir todos, se deleitaban en la manera que el pelirrojo tenía para molestar a la gente —en éste caso la chica— y reían de nuevo.
Pero, en ese momento el ambiente se volvió mucho mas tenso. Unos tacones marcaron el paso por las escaleras, al mirar hacia allí, podrían ver que la señora Otoshino bajaba con calma y firmeza. A su vera bajaban las compañeras, y poco mas atrás el chico que se encargaba de cuidarlos o instruirlos. Todos bajaban en pleno silencio, y con tan solo una mirada de la mujer, los que se burlaban de la genin terminaron mudos, sin nada de que reír.
La conocían, y sabían muy bien de su carácter rudo y firme. No era la primera vez que venían desde que esa mujer estaba a cargo de la biblioteca, y sabían muy bien que lo mejor era llevarse bien con ella. Eso, o simplemente quedaron amedrentados un poco porque no sabían que estaba allí, y pensarían que la biblioteca se había convertido en su patio particular, para hacer lo que les diese de la real gana.
La mujer se dirigió directamente hacia el mostrador, y el resto se fueron sentando en los huecos vacíos que quedaban. Tan solo una persona se desvió de esa acción, el cuidador. Éste se acercó hacia la chica, y realizó una formal reverencia a modo de agradecimiento.
—Muchas gracias por echarles un ojo, y lamento las molestias —aclaró a la chica, en un tono realmente bajo.
Ante todo, el silencio comenzó a reinar en el habitáculo.
![[Imagen: 2UsPzKd.gif]](http://i.imgur.com/2UsPzKd.gif)