6/01/2018, 00:43
En su imaginación Ralexion había retratado un templo de estilo completamente tradicional en algún punto perdido de unas montañas dejadas de la mano de Dios. Según las explicaciones de Karamaru, nada más lejos de la realidad. Su lugar de origen debía de ser una comunidad de un tamaño considerable, sin lugar a dudas mayor que su humilde aldea. Le resultó interesante de escuchar, pero a su vez no pudo evitar sentirse algo decepcionado al ver que sus expectativas eran completamente falsas.
—Ya veo, ya veo —afirmó con una cálida sonrisa—. Mi vida no es muy interesante, me temo.
»Nací en una pequeña aldea del País del Bosque, a un par de días de viaje al sur de Tane-Shigai. Cuando alcancé la adolescencia me decidí a ir a la gran ciudad para conseguir trabajo. Terminé por accidente en Kusagakure, y aunque al principio me tomaron por un espía, al final demostré mi inocencia y me dejaron unirme a las filas de la aldea tras rematar mi entrenamiento. Mi padre solía ser un shinobi y me enseñó unos cuantos trucos durante mi juventud, afortunadamente, así que hicieron una excepción conmigo ya que venía de casa con la mayoría de las lecciones prácticas de la academia aprendidas.
Una historia extraña, sin lugar a dudas, pero el moreno la contó como si fuese el resumen de trasfondo más habitual del mundo. Acto seguido guardó silencio.
No tardó mucho en volver a escuchar ese sonido estridente y agudo en la distancia. Contuvo su avance de inmediato, convencido de que no había sido una alucinación o el viento jugándole una mala pasada.
—¡Ahí está otra vez!
—Ya veo, ya veo —afirmó con una cálida sonrisa—. Mi vida no es muy interesante, me temo.
»Nací en una pequeña aldea del País del Bosque, a un par de días de viaje al sur de Tane-Shigai. Cuando alcancé la adolescencia me decidí a ir a la gran ciudad para conseguir trabajo. Terminé por accidente en Kusagakure, y aunque al principio me tomaron por un espía, al final demostré mi inocencia y me dejaron unirme a las filas de la aldea tras rematar mi entrenamiento. Mi padre solía ser un shinobi y me enseñó unos cuantos trucos durante mi juventud, afortunadamente, así que hicieron una excepción conmigo ya que venía de casa con la mayoría de las lecciones prácticas de la academia aprendidas.
Una historia extraña, sin lugar a dudas, pero el moreno la contó como si fuese el resumen de trasfondo más habitual del mundo. Acto seguido guardó silencio.
No tardó mucho en volver a escuchar ese sonido estridente y agudo en la distancia. Contuvo su avance de inmediato, convencido de que no había sido una alucinación o el viento jugándole una mala pasada.
—¡Ahí está otra vez!