8/01/2018, 23:03
Tras la intervención de Keisuke, el paciente estaba mucho mejor, mucho mejor dentro de lo que había. Efectivamente, estaba deshidratado. Las motas de veneno cada vez eran menos y parecía que el hombre iba a sobrevivir. Ni una sola de esas manchas se había movido en ningún momento, a pesar de que en el momento en que la mujer fue evacuada de emergencia un silencioso frio inundó el lugar. Un frio equiparable a salir de un baño caliente y volver al mundo real, molesto y pesado.
Sin embargo, para Karamaru sería todo lo contrario, tenía un calor insoportable y sus brazos estaban... raros. Cuando soltó a la mujer vio que los tenía rojos como si acabara de golpearlos contra una plancha de acero. La kunoichi jadeaba y se retorcía aún inconsciente.
Keisuke tendría también su quemazón, cuando intentase posar su mano en el pecho para traspasarle su chakra notaría que la temperatura corporal no hacia más que subir. Aunque más que su temperatura parecía que emitiese chakra por todos los poros de su cuerpo. La cosa se estaba descontrolando, el poder de esa mujer podía acabar por asfixiarlos a todos si no se les ocurría qué hacer.
Por suerte para ellos no tendrían mucho tiempo para pensar. Una mano abrasadora agarró la muñeca de Keisuke débilmente.
— Saigo... Llamad a Saigo...
Tal y como se había levantado, la mano volvió a caer al suelo. La kunoichi hizo torpes intentos de levantarse mientras el calor que emanaba aumentaba y todo su cuerpo le negaba la fuerza necesaria para alzarse.
Sin embargo, para Karamaru sería todo lo contrario, tenía un calor insoportable y sus brazos estaban... raros. Cuando soltó a la mujer vio que los tenía rojos como si acabara de golpearlos contra una plancha de acero. La kunoichi jadeaba y se retorcía aún inconsciente.
Keisuke tendría también su quemazón, cuando intentase posar su mano en el pecho para traspasarle su chakra notaría que la temperatura corporal no hacia más que subir. Aunque más que su temperatura parecía que emitiese chakra por todos los poros de su cuerpo. La cosa se estaba descontrolando, el poder de esa mujer podía acabar por asfixiarlos a todos si no se les ocurría qué hacer.
Por suerte para ellos no tendrían mucho tiempo para pensar. Una mano abrasadora agarró la muñeca de Keisuke débilmente.
— Saigo... Llamad a Saigo...
Tal y como se había levantado, la mano volvió a caer al suelo. La kunoichi hizo torpes intentos de levantarse mientras el calor que emanaba aumentaba y todo su cuerpo le negaba la fuerza necesaria para alzarse.