13/01/2018, 05:23
(Última modificación: 13/01/2018, 05:29 por Uchiha Datsue.)
Zaide asintió. Al parecer Datsue era de esos tipos que metían la pata cada vez que hablaba, así que lo mejor sería que fuese directo al grano y no se anduviese por las ramas. Seguidamente, la kunoichi le respondió a su pregunta de por qué ahora sí cooperaba. Días atrás, ella había tratado de echarle un pulso. ¿Cómo sabría él que no le engañaba y le mandaba a los hermanos equivocados?, le había dicho, casi riéndose de forma burlona. ¿O a los que se chivarían a la Villa?
Sin embargo, en aquellos días, algo debió cambiar su manera de pensar.
—Porque si mintiera no te diría, ”mira que te estoy mintiendo”.
Zaide asintió, como dándole la razón. En realidad, de hacerlo, y por contradictorio que pudiese sonar, sí le hubiese dicho que estaba mintiendo. No con palabras, pero sí con gestos. Con el timbre de su voz. Con su mirada… Pocos ninjas tenían la destreza de engañar a Zaide con el Sharingan activado, y Koko, desde luego, no era uno de ellos. Seguidamente, Koko hizo referencia a que Zaide podía meterse en la cabeza de ella, y que prefería evitarse ese disgusto.
—Chica lista, chica lista —la alabó Zaide—. Has hecho bien, sin duda. Pronto se resolverá todo, ya verás —le guiñó un ojo y desapareció de su vista.
Al rato, vio a Datsue maniatado siendo cargado en el hombro por Zaide. Se lo llevaban.
Datsue estaba lejos de pasar por su mejor momento. Débil, resfriado, sucio como nunca lo había estado y hecho polvo mentalmente. No sabía cuántos días había pasado allí —seguramente muy pocos— pero ya le estaban pasando factura a todos los niveles. Le dolían las muñecas —con heridas por estar colgando de las esposas durante tanto tiempo— y notaba que le faltaba el aire. Nunca había llevado bien el hecho de sentirse encerrado, y ahora que vivía lo que era ser un preso… se le hacía insoportable.
Soltado de las cadenas, Zaide le amarró las muñecas con unas cuerdas, previa amenaza de cortarle las manos como se le ocurriese liberarse con alguna técnica. Respecto al Sharingan, por otra parte, le retó a usarlo, bravucón. Obviamente, Datsue no hizo ni una cosa ni otra.
Lo que pasaría a continuación fue de lo más extraño. Era todo como un sueño, como si no lo estuviese viviendo en realidad. Zaide le acompañó hasta la salida de la cueva, donde gracias a una improvisada ducha con un canalón logró quitarse toda la mugre y peste de encima. Zaide le permitió desellar su mochila, donde tenía guardada su ropa —pues todavía seguía vestido con la de Kuma— y ponerse al fin algo limpio y fresco. Luego, le invitó a sardinas, las cuales, esta vez sí, le llenaron el estómago.
Datsue comía con lágrimas de felicidad, aunque sin poderse quitar la angustia de lo que pasaría a continuación. ¿Por qué, de pronto, le trataban tan bien? ¿Qué había pasado todo aquel tiempo? Estaba a punto de descubrirlo.
—Hay cinco días a pie de aquí a Uzu —habló Zaide, y Datsue tuvo la imperiosa necesidad de parar de comer. ¿Era lo que creía que era?—. Pero por aire… Creo que podremos reducirlo a tres, ¿huh? Sí… Eso le dará a Nagisa más tiempo… Sí. Te explico: tu parte en esta historia es la de mensajero. —Lo que alguien más vanidoso lo hubiese tomado como una afrenta, Datsue lo tomó como un regalo caído del cielo. ¡Mensajero era precisamente lo que quería ser! Ni el héroe que rescataba a la princesa, ni el fiel amado que se sacrificaba por su querida. No, él prefería vivir. Había tratado de ser un héroe con Koko y, a la vista estaba, no era lo suyo—. Irás a la Aldea, y le dirás a Sakamoto Nagisa que Koko está secuestrada.
Datsue asentía una y otra vez a velocidad vertiginosa, sin creerse todavía que aquella pesadilla estuviese a punto de terminar. Al menos… para él.
—Solo a ella, ¿huh?
—Solo a ella —corroboró Datsue.
—¿Lo juras? —Los ojos de Zaide se iluminaron por el Sharingan. Entonces, le envolvió el dedo meñique con el suyo propio.
—L-lo juro.
—¿Juras que no contarás nada de lo acontecido aquí hasta que el secuestro haya finalizado? ¿Juras que solo se lo contarás a Sakamoto Nagisa y nadie más? ¿Lo juras por tu vida?
Aquello empezaba a parecerse demasiado a sus conversaciones con Zoku, siempre tan empeñado en juramentos sobre la lealtad.
—Lo juro, lo juro. Sí, todo.
Entonces, se percató. Un hilo rojo, entrelazando los meñiques de ambos Uchiha. Segundos después, desapareció.
—Incúmplelo, y morirás. Me da que eres bueno en fuuinjutsu, no creo que te tenga que explicar…
«¡OH, MIERDA! ¿¡Por qué coño siempre me pasan a mí estas cosas!?». Zaide se levantó.
—Vamos, el tiempo apremia. Te contaré el resto que tienes que decirle mientras vamos afuera. Espabila.
No había pasado más de una hora cuando Koko vio regresar a Zaide. Parecía que iba directo a las escaleras, pero al verla, cambió de idea y se acercó a su celda.
—Te has portado bien… —dijo, asintiendo para sí—. Si hay algo que te haga sobrellevar mejor estos días… Pídelo.
Sin embargo, en aquellos días, algo debió cambiar su manera de pensar.
—Porque si mintiera no te diría, ”mira que te estoy mintiendo”.
Zaide asintió, como dándole la razón. En realidad, de hacerlo, y por contradictorio que pudiese sonar, sí le hubiese dicho que estaba mintiendo. No con palabras, pero sí con gestos. Con el timbre de su voz. Con su mirada… Pocos ninjas tenían la destreza de engañar a Zaide con el Sharingan activado, y Koko, desde luego, no era uno de ellos. Seguidamente, Koko hizo referencia a que Zaide podía meterse en la cabeza de ella, y que prefería evitarse ese disgusto.
—Chica lista, chica lista —la alabó Zaide—. Has hecho bien, sin duda. Pronto se resolverá todo, ya verás —le guiñó un ojo y desapareció de su vista.
Al rato, vio a Datsue maniatado siendo cargado en el hombro por Zaide. Se lo llevaban.
• • •
Datsue estaba lejos de pasar por su mejor momento. Débil, resfriado, sucio como nunca lo había estado y hecho polvo mentalmente. No sabía cuántos días había pasado allí —seguramente muy pocos— pero ya le estaban pasando factura a todos los niveles. Le dolían las muñecas —con heridas por estar colgando de las esposas durante tanto tiempo— y notaba que le faltaba el aire. Nunca había llevado bien el hecho de sentirse encerrado, y ahora que vivía lo que era ser un preso… se le hacía insoportable.
Soltado de las cadenas, Zaide le amarró las muñecas con unas cuerdas, previa amenaza de cortarle las manos como se le ocurriese liberarse con alguna técnica. Respecto al Sharingan, por otra parte, le retó a usarlo, bravucón. Obviamente, Datsue no hizo ni una cosa ni otra.
Lo que pasaría a continuación fue de lo más extraño. Era todo como un sueño, como si no lo estuviese viviendo en realidad. Zaide le acompañó hasta la salida de la cueva, donde gracias a una improvisada ducha con un canalón logró quitarse toda la mugre y peste de encima. Zaide le permitió desellar su mochila, donde tenía guardada su ropa —pues todavía seguía vestido con la de Kuma— y ponerse al fin algo limpio y fresco. Luego, le invitó a sardinas, las cuales, esta vez sí, le llenaron el estómago.
Datsue comía con lágrimas de felicidad, aunque sin poderse quitar la angustia de lo que pasaría a continuación. ¿Por qué, de pronto, le trataban tan bien? ¿Qué había pasado todo aquel tiempo? Estaba a punto de descubrirlo.
—Hay cinco días a pie de aquí a Uzu —habló Zaide, y Datsue tuvo la imperiosa necesidad de parar de comer. ¿Era lo que creía que era?—. Pero por aire… Creo que podremos reducirlo a tres, ¿huh? Sí… Eso le dará a Nagisa más tiempo… Sí. Te explico: tu parte en esta historia es la de mensajero. —Lo que alguien más vanidoso lo hubiese tomado como una afrenta, Datsue lo tomó como un regalo caído del cielo. ¡Mensajero era precisamente lo que quería ser! Ni el héroe que rescataba a la princesa, ni el fiel amado que se sacrificaba por su querida. No, él prefería vivir. Había tratado de ser un héroe con Koko y, a la vista estaba, no era lo suyo—. Irás a la Aldea, y le dirás a Sakamoto Nagisa que Koko está secuestrada.
Datsue asentía una y otra vez a velocidad vertiginosa, sin creerse todavía que aquella pesadilla estuviese a punto de terminar. Al menos… para él.
—Solo a ella, ¿huh?
—Solo a ella —corroboró Datsue.
—¿Lo juras? —Los ojos de Zaide se iluminaron por el Sharingan. Entonces, le envolvió el dedo meñique con el suyo propio.
—L-lo juro.
—¿Juras que no contarás nada de lo acontecido aquí hasta que el secuestro haya finalizado? ¿Juras que solo se lo contarás a Sakamoto Nagisa y nadie más? ¿Lo juras por tu vida?
Aquello empezaba a parecerse demasiado a sus conversaciones con Zoku, siempre tan empeñado en juramentos sobre la lealtad.
—Lo juro, lo juro. Sí, todo.
Entonces, se percató. Un hilo rojo, entrelazando los meñiques de ambos Uchiha. Segundos después, desapareció.
—Incúmplelo, y morirás. Me da que eres bueno en fuuinjutsu, no creo que te tenga que explicar…
«¡OH, MIERDA! ¿¡Por qué coño siempre me pasan a mí estas cosas!?». Zaide se levantó.
—Vamos, el tiempo apremia. Te contaré el resto que tienes que decirle mientras vamos afuera. Espabila.
• • •
No había pasado más de una hora cuando Koko vio regresar a Zaide. Parecía que iba directo a las escaleras, pero al verla, cambió de idea y se acercó a su celda.
—Te has portado bien… —dijo, asintiendo para sí—. Si hay algo que te haga sobrellevar mejor estos días… Pídelo.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado