14/01/2018, 18:52
Mirogata se detuvo en seco. Por poco metía la cabeza en el concreto como una avergonzada avestruz.
—Ese es el problema. Que no... éramos los únicos.
El acusado no habló más en el camino, aún y cuando Reiji continuase interrogándole con acometida. Tras sus últimas palabras, aquel hombre cayó como si estuviese guardando las últimas revelaciones para el momento en el que enfrentase cara a cara a su empleador, aquel que según confiaba ciegamente en él. Confianza que traicionó deliberadamente sin pensar en las consecuencias.
Finalmente, y tras unos cuantos minutos de caminata, dieron con el Sabores de Tormenta. Afuera, aguardaba Yogaru con un cigarrillo en la boca.
—Ese es el problema. Que no... éramos los únicos.
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El acusado no habló más en el camino, aún y cuando Reiji continuase interrogándole con acometida. Tras sus últimas palabras, aquel hombre cayó como si estuviese guardando las últimas revelaciones para el momento en el que enfrentase cara a cara a su empleador, aquel que según confiaba ciegamente en él. Confianza que traicionó deliberadamente sin pensar en las consecuencias.
Finalmente, y tras unos cuantos minutos de caminata, dieron con el Sabores de Tormenta. Afuera, aguardaba Yogaru con un cigarrillo en la boca.