14/01/2018, 20:57
(Última modificación: 15/07/2018, 20:53 por Uchiha Datsue.)
Kaido era un tipo al que le gustaba embarrarse, meterse de lleno en la mierda del mundo ninja. No estaba hecho para quedarse quieto y dejar que los males de Oonindo fueran del timbo al tambo sin que al menos tuvieran que hacerle frente, a él, al gran tiburón de Amegakure. Sin embargo, su última misión le había dejado física y emocionalmente tocado, lo suficiente como para que sintiese la imperiosa necesidad de alejarse del ruedo, por un tiempo.
Y así, aliento nevado se convirtió de pronto en Bienvenida. La primavera del nuevo año apabulló al frío invierno, obligándole a esconderse hasta que los gélidos vientos fluviales dieran su curso, de nuevo.
Pero más pronto que tarde, aquel letargo al que se hubo sumido el tiburón terminó por joderle un poco la cabeza. Tener tanto tiempo para pensar y pensar, tribular acerca de qué hacer y de cómo actuar respecto a sus propios conflictos —personales y familiares, que, de por sí, eran una mierda lo bastante complicada como para poder causarle más de un dolor de cabeza, como menos—, le iba a volver loco, definitivamente.
Su único escape era la de sumirse en la labor. En el comodín que muchos como él toman tantas veces.
Era la hora de volver a tomar una misión.
Una vez más, interpuso su azulado rostro de cabrón ortodoxo frente al mostrador. Se encontraba dentro del apabullante edificio del Arashikage, en donde tenía que solicitar él que se le asignase una misión.
—Umikiba Kaido, legajo 26285. Vengo a solicitar una misión.
Y así, aliento nevado se convirtió de pronto en Bienvenida. La primavera del nuevo año apabulló al frío invierno, obligándole a esconderse hasta que los gélidos vientos fluviales dieran su curso, de nuevo.
Pero más pronto que tarde, aquel letargo al que se hubo sumido el tiburón terminó por joderle un poco la cabeza. Tener tanto tiempo para pensar y pensar, tribular acerca de qué hacer y de cómo actuar respecto a sus propios conflictos —personales y familiares, que, de por sí, eran una mierda lo bastante complicada como para poder causarle más de un dolor de cabeza, como menos—, le iba a volver loco, definitivamente.
Su único escape era la de sumirse en la labor. En el comodín que muchos como él toman tantas veces.
Era la hora de volver a tomar una misión.
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Una vez más, interpuso su azulado rostro de cabrón ortodoxo frente al mostrador. Se encontraba dentro del apabullante edificio del Arashikage, en donde tenía que solicitar él que se le asignase una misión.
—Umikiba Kaido, legajo 26285. Vengo a solicitar una misión.