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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
"Las guerras son causantes de muchas cosas: destrucción, muerte, tristeza y otras muchas cosas negativas. Sin embargo a veces las guerras traen consigo cosas buenas. Cuando las cinco grandes aldeas fueron reducidas a la nada, los supervivientes tuvieron viajar y refugiarse en las entonces pequeñas aldeas que sobrevivieron, era eso o vagar por el mundo hasta encontrar un lugar al que poder llamar hogar. Durante este periodo se crearon nuevas relaciones entre los acogidos y los habitantes de dichas villas. Odio, envidia, respeto, amor, un sin fin de nuevas historias, incluso se trasmitieron nuevas leyendas.

Y de una de esas historias, una de amor tal vez, nadie lo sabe con certeza, surgió una nueva familia. Algunas de las muchas personas que llegaron a Uzushiogakure tras la destrucción de las cinco grandes villas eran descendientes de antiguos clanes de estas, y entre ellos había uno en especial que era conocido por que siempre iban acompañados por su fiel compañero, un perro. Se trataba del clan Inuzuka.

No todos los miembros de dicho clan se trasladaron hasta Uzushio, algunos prefirieron vivir en los bosques como ermitaños, otros se fueron hasta Kusagakure o Amegakure. Pero los que llegaron hasta la villa del remolino fueron los protagonistas de la historia. Nadie sabe muy bien como paso o que sucedió, el hecho en sí es todo un misterio rodeado de leyendas, pero de un día para otro, surgió en la villa una familia descendiente de los Inuzuka, pero estaban acompañados por grandes felinos, como tigres, panteras, pumas, etc. Y el caso es que ambas familias se nunca se llevaron como el perro y el gato, las relaciones siempre fueron cordiales, e incluso hubo amor entre ambas. Aunque tal, quien evito las disputas y llevo todo por el buen camino, fue quien gobernaba la villa por aquel entonces."


La estación del tigre

El otoño había llegado hacia poco, las lluvias y las tormentas habían empezado a ser más frecuentes, las hojas de los arboles empezaban a caer. Era una época muy especial para los miembros de mi familia, pues según la mitología que se nos transmite desde solo mi madre sabe cuándo, el otoño era la estación del tigre. Pues según la leyenda, el guardián del oeste y representante del otoño, era un enorme tigre blanco.

Pero había otra razón por la cual aquella época era especial. Mi madre estaba esperando un hijo, me estaba esperando a mí. Mi padre, por otro lado y según mi madre, había salido a comprar tabaco hacia un par de meses. O eso creo que me contó, la verdad es que no me interesa mucho la historia, no es tan sabrosa como un buen filete. Así que por eso jamás he conocido a mi padre, tampoco sé si encontrara el tabaco y volverá algún día, si mi madre no ha ido a buscarlo aún, por algo será. Eso sí, si vuelve espero que me traiga un buen chuletón de la mejor carne.

Se trataba de un nacimiento especial, claro. Un niño en plena estación del tigre. Y aunque mi padre no estaba presente, lo cual cuando era un bebe no me importaba por que no era consciente de ello, mis tíos abuelos y otra sarta de familiares que no sé qué serán de mí se encontraban presentes en el lugar. Claro que para la mayoría era solo algo histórico, por el tema del bebe que nace en la estación de su deidad felina.

Pero claro, tratándose de mí, todavía quedaban sorpresas. No es que naciera con retraso o adelanto, de hecho nací el día que me tocaba a la hora que me tocaba, preciso como un reloj. Fui un niño normal y corriente, si no tenemos en cuenta ciertos pequeños detalles sin importancia. El primero era una llamativa cola de pelaje blanco y rallas negras, el segundo era que mi pelo era blanco, cuando en la familia todos tenían el pelo oscuro, o eso creo, nunca he visto a mi padre y nadie me cuenta nada de él. Y el ultimo pero no menos importante, es que cuando abrí mis ojos por primera vez, todo el mundo pudo ver como mi iris era rasgado, como el de un gato.

Evidentemente aquello se investigó, porque no era normal, pero como nunca nadie llego a nada, al final todos lo tomaron como una especie de milagro, teniendo en cuenta la fecha de mi nacimiento.

Una decisión muy fácil

Cazar o ser cazado. Me gustaría decir que esa siempre ha sido mi mentalidad, pero estaría mintiendo. Los niños siempre han sido muy crueles, sobre todo con aquello que les parece raro o no es normal. Sobre todo cuando empiezan a crecer y a entender, que nacer con cola y ojos de gato no era algo normal. Así que mis primeros años en la academia no fueron muy agradables, al menos para mí.

Temía salir de casa con mi preciosa cola al aire, tenía que esconderla porque por ella, era el objetivo de la gran mayoría de insultos y vejaciones, aunque la verdad es que no servía de mucho esconderla porque ya sabían que la tenía, aunque yo me sentía más seguro. Más difícil era esconder los ojos de gato o los colmillos que me crecieron cuando empezaron a salirme los dientes, por si la cola y los ojos no eran suficientes.

Pero claro, yo me criaba y jugaba con animales que eran depredadores por naturaleza. De hecho por aquel entonces prefería la compañía de los tigres de mi madre o los pumas de mi tío y todavía sigo prefiriéndola. Estando con esos animales es cuando aprendí la lección, ellos no tenían miedo, ellos provocaban el miedo en sus presas, no huían con el rabo entre las piernas, eran cazadores. Y yo aprendí, y empecé a ser más animal que humano.

Llego una época en la que dejé de esconder mi cola. Había tomado una decisión, yo iba a ser el depredador, y no la presa, así como lo eran los compañeros de la familia. Aunque tal vez me lo tome demasiado literal, aquellos que me insultaban o se metían conmigo llegaban a sus casas con arañazos y mordiscos. Claro, aquello tampoco era lo normal, y me lleve unas cuantas regañinas de mis profesores y de mi madre, pero mereció la pena, dejaron de meterse conmigo.

Nunca solo

Como era costumbre en mi familia desde que mis antepasados criaban perros, todos los miembros eran acompañados por un animal, en nuestro caso eran todo felinos, y en mi caso más concretamente, eran tigres. Yo no era la excepción y cuando llego la camada de los tigres que acompañaban a mi madre, fue mi turno de conseguir un compañero.

No fue difícil saber cuál de todos los recién nacidos iba acompañarme hasta el fin de mis días, entre todos los pequeños tigres, había uno cuyo pelaje era el igual que el de mi cola, blanco. Y ni siquiera tuve que decir nada para que ese fuera el elegido, incluso mi madre había pensado lo mismo que yo, lo cual no era extraño.

Decidí que se llamaría Byakko, como la deidad a la que adorábamos. Las razones eran claras, la criatura que representaba a dicha deidad era también un tigre blanco, la camada también había nacido en otoño, y por si fuera poco, la deidad representaba también al elemento rayo, y vaya, pura casualidad era que yo fuese también usuario de dicho elemento. Había más que un vínculo familiar entre ese pequeño tigre y yo.

Por algún motivo que no me he parado a estudiar, los libros no se comen, puedo entender perfectamente a los tigres cuando hablan, así que no fue difícil acoplarme a la pequeña familia tigre y aprender mientras la madre criaba a los pequeños. Byakko destacaba entre la camada, no solo por su color, sino porque además era un poco más grande que el resto. Y sin embargo, no tuvo ningún problema con el resto de los tigres como yo lo tuve con mis compañeros de clase, claro que ellos eran hermanos.

Hacia prácticamente de todo con los tigres, comer, jugar, cazar, etc. No es que no tuviera amigos, que no los tenía, es que simplemente era mucho mejor vivir entre animales que con las personas, claro que, como tenía que ir a la academia, tenía por narices que relacionarme con ellos, y de verdad que lo intentaba con todas mis fuerzas, pero tal vez correr por el patio persiguiendo un pájaro para cazarlo y comérmelo allí, crudo na más pillarlo, no fue lo mejor para mis relaciones humanas. Cuando al fin termine la academia y me gradué, seguía sin haber logrado conseguir un solo amigo humano, tal vez algún día.

Y sin embargo, no estuve solo nunca, vale que no tenía mucho amigos, pero siempre he tenido, y siempre tendré a mi lado, al pequeño Byakko, aunque algún día no será tan pequeño.
[Imagen: ksQJqx9.png]
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Mensajes en este tema
Cazar o ser cazado - por Sasaki Reiji - 16/08/2015, 21:11
RE: Cazar o ser cazado - por Sasaki Reiji - 16/08/2015, 21:35


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