18/01/2018, 16:18
—Parece que si.
La kunoichi sonrió, al parecer el desconocido sabía qué hacer en aquella situación. Miró fijamente a la ardilla y a las manos del chico, y vio como algo emanaba de ellos, un chakra verdoso que ella había visto con anterioridad usado por su propia hermana. «¿Es un ninja médico de Amegakure?» Se preguntó, mientras miraba el rostro serio del moreno, «A lo mejor fue con Ayame-san a la academia...»
Unos minutos le bastaron para terminar de curar y vendar al animal que pronto se vio lleno de energía, subiendo por la mano del chico hasta posicionarse en la cabeza de éste, emitiendo sonidos agudos que ninguno entendía.
Eri no pudo evitar reír ante el comportamiento del animal, pero rápidamente se contuvo al no saber si aquel gesto le molestaría al desconocido.
—Perdón, me hizo gracia la ardilla... —se disculpó.
Para su sorpresa, alguien les miraba desde lejos, un hombre joven, de cabello castaño corto y barba, con un hacha en la mano derecha, los miraba con cara de pocos amigos. A su lado, otro hombre calvo y con los ojos cerrados, con otro hacha pero más pequeña esta vez, se encontraba detrás del mismo.
—Ahora que la habéis curado, ¿por qué no la dejáis para que se vaya con su madre? —dijo con voz ronca el castaño, acercándose a ambos shinobi lentamente mientras movía su hacha de arriba a abajo.
La kunoichi sonrió, al parecer el desconocido sabía qué hacer en aquella situación. Miró fijamente a la ardilla y a las manos del chico, y vio como algo emanaba de ellos, un chakra verdoso que ella había visto con anterioridad usado por su propia hermana. «¿Es un ninja médico de Amegakure?» Se preguntó, mientras miraba el rostro serio del moreno, «A lo mejor fue con Ayame-san a la academia...»
Unos minutos le bastaron para terminar de curar y vendar al animal que pronto se vio lleno de energía, subiendo por la mano del chico hasta posicionarse en la cabeza de éste, emitiendo sonidos agudos que ninguno entendía.
Eri no pudo evitar reír ante el comportamiento del animal, pero rápidamente se contuvo al no saber si aquel gesto le molestaría al desconocido.
—Perdón, me hizo gracia la ardilla... —se disculpó.
Para su sorpresa, alguien les miraba desde lejos, un hombre joven, de cabello castaño corto y barba, con un hacha en la mano derecha, los miraba con cara de pocos amigos. A su lado, otro hombre calvo y con los ojos cerrados, con otro hacha pero más pequeña esta vez, se encontraba detrás del mismo.
—Ahora que la habéis curado, ¿por qué no la dejáis para que se vaya con su madre? —dijo con voz ronca el castaño, acercándose a ambos shinobi lentamente mientras movía su hacha de arriba a abajo.