18/01/2018, 17:32
Como era de esperarse, el animal aprovechó la libertad recuperada para hacer uso pleno de la misma y moverse como quería. En este caso trepó por el brazo del médico hasta llegar a su cabeza y una vez ahí chilló cosas que ninguno de los presentes probablemente podría comprender, pero que quizás no sería necesario.
—Bueno bueno bueno.
La kunoichi de Uzushio dejó escapar una risa, aunque no tardó en ahogarla. Mogura, por su parte, se apresuró a tomar al roedor con ambas manos.
—Perdón, me hizo gracia la ardilla...
Dijo la muchacha disculpándose por su gesto.
—No pasa nada, kunoichi-dono.
Apresuró a contestar el muchacho, mirando fijamente a la ardilla que tenía en las manos.
—Pero no puedo permitir que uses mi cabeza como madriguera...
Y antes de que tuviese oportunidad de depositar al roedor en la tierra, alguien les llamaría la atención.
—Ahora que la habéis curado, ¿por qué no la dejáis para que se vaya con su madre?
Se trataría de hombre pelo corto y barba, con un hacha en la mano y con una mirada que no le hacía pensar muy bien de sus intenciones. Detrás de él había otra persona, un calvo con los ojos cerrados y un hacha de menor tamaño.
—¡Es justo lo que estaba por hacer...!
Comentaría con un tono jocoso que contrastaba totalmente con la forma en que venía hablando. Soltaría de sus manos la ardilla y llevaría una mano hasta su cabeza para acomodar su peinado.
—¿De casualidad tienen conocimiento de que le sucedió en la pata a este animal?
Consultaría mientras se ponía de pie.
—Bueno bueno bueno.
La kunoichi de Uzushio dejó escapar una risa, aunque no tardó en ahogarla. Mogura, por su parte, se apresuró a tomar al roedor con ambas manos.
—Perdón, me hizo gracia la ardilla...
Dijo la muchacha disculpándose por su gesto.
—No pasa nada, kunoichi-dono.
Apresuró a contestar el muchacho, mirando fijamente a la ardilla que tenía en las manos.
—Pero no puedo permitir que uses mi cabeza como madriguera...
Y antes de que tuviese oportunidad de depositar al roedor en la tierra, alguien les llamaría la atención.
—Ahora que la habéis curado, ¿por qué no la dejáis para que se vaya con su madre?
Se trataría de hombre pelo corto y barba, con un hacha en la mano y con una mirada que no le hacía pensar muy bien de sus intenciones. Detrás de él había otra persona, un calvo con los ojos cerrados y un hacha de menor tamaño.
—¡Es justo lo que estaba por hacer...!
Comentaría con un tono jocoso que contrastaba totalmente con la forma en que venía hablando. Soltaría de sus manos la ardilla y llevaría una mano hasta su cabeza para acomodar su peinado.
—¿De casualidad tienen conocimiento de que le sucedió en la pata a este animal?
Consultaría mientras se ponía de pie.
Hablo - Pienso