19/01/2018, 01:55
—Hace tiempo que no sé nada de Mogura. Estará ocupado con cosas de chūnin —cuando Daruu rió, Kaido no pudo sino secundar su carcajada. Aún así, a pesar de haber convivido con el médico durante una misión tan peligrosa como lo resultó ser el rescate de la guardiana, seguía sin poder concebir el hecho de que Mogura hubiese sido ascendido a chūnin tan de la noche a la mañana. Eso le instó a preguntarse unas cuantas veces el por qué de tan repentino ascenso, y de lo que tendría que haber hecho el tipo para ganárselo. Algún día tendría que preguntárselo—. Ayame está bien. Ahora no la veo casi nada, se pasa mañana, tarde y noche entrenando con su padre. Parece que todo está como debe estar.
«No todo, mi buen Daruu. No todo» —se dijo introspectivamente, como recordatorio de sus propios vestigios sin resolver. Sólo él tenía en su poder la moneda de cambio con la que podría o bien salvar la reputación y el renombre de todo un clan, o bien secundar el inminente final que les acecha constantemente de continuar por el camino de los extintos Kajitsu.
Y no.
Eso no lo iba a permitir.
Su martirio personal, sin embargo, le duró poco. Pronto tuvo que desviar totalmente su atención a la conversación de un par de extraños que charlaban plácidamente, cerca de los dos genin. El escualo paró la oreja, en un principio sólo por cotillear; pero pronto lo que parecía ser una charla casual se convirtió en todo un relato que no tardaría en traer templados recuerdos a su cabeza.
—¡No, en serio! Dicen que parece un gorila, pero todo blanco y ¡mucho más grande!
Un escalofrío le invadió el cuerpo. Y, forzadamente, hizo contacto visual con la única persona que podría encontrarle sentido a aquella frase, junto a él mismo. E, inmediatamente, supieron que habían pensado en lo mismo.
Su mente se transportó a lo más alto de la montaña, su piel sintió de pronto el gélido clima de aquella cima mortal. Se vio muy cerca del místico carámbano compuesto de chakra natural, y al lado de...
«¡¿Hibagon?!»
—Kaido-kun. ¿Qué crees que pasaría. . .
—Pues, pueden pasar muchas cosas. Y ninguna es buena. Ya sabes, con lo difícil que es aprender a apreciar los pam pam en el coco, o los caminos rápidos...
Chasqueó la lengua, y no tuvo más remedio que puntualizar lo obvio.
»Quizás, si ve un par de rostros conocidos...
Daruu tendría la última palabra.
«No todo, mi buen Daruu. No todo» —se dijo introspectivamente, como recordatorio de sus propios vestigios sin resolver. Sólo él tenía en su poder la moneda de cambio con la que podría o bien salvar la reputación y el renombre de todo un clan, o bien secundar el inminente final que les acecha constantemente de continuar por el camino de los extintos Kajitsu.
Y no.
Eso no lo iba a permitir.
Su martirio personal, sin embargo, le duró poco. Pronto tuvo que desviar totalmente su atención a la conversación de un par de extraños que charlaban plácidamente, cerca de los dos genin. El escualo paró la oreja, en un principio sólo por cotillear; pero pronto lo que parecía ser una charla casual se convirtió en todo un relato que no tardaría en traer templados recuerdos a su cabeza.
—¡No, en serio! Dicen que parece un gorila, pero todo blanco y ¡mucho más grande!
Un escalofrío le invadió el cuerpo. Y, forzadamente, hizo contacto visual con la única persona que podría encontrarle sentido a aquella frase, junto a él mismo. E, inmediatamente, supieron que habían pensado en lo mismo.
Su mente se transportó a lo más alto de la montaña, su piel sintió de pronto el gélido clima de aquella cima mortal. Se vio muy cerca del místico carámbano compuesto de chakra natural, y al lado de...
«¡¿Hibagon?!»
—Kaido-kun. ¿Qué crees que pasaría. . .
—Pues, pueden pasar muchas cosas. Y ninguna es buena. Ya sabes, con lo difícil que es aprender a apreciar los pam pam en el coco, o los caminos rápidos...
Chasqueó la lengua, y no tuvo más remedio que puntualizar lo obvio.
»Quizás, si ve un par de rostros conocidos...
Daruu tendría la última palabra.