19/01/2018, 15:01
(Última modificación: 1/02/2018, 22:32 por Uzumaki Eri.)
Demonios, Daigo. ¿Si ya sabías que no podías hacerlo para qué te metes?
El peliverde caminaba cabizbajo por las calles de la aldea, con la capucha de su sudadera puesta para tapar su cabeza y su hitai-ate brillando orgulloso atado a su brazo derecho.
No podrías haberlo hecho ni por cuatro mil ryō...
Habían pasado ya varios días desde que Daigo había vuelto de su corto viaje al País del Fuego, lugar en el que le ofrecieron una misión de búsqueda de información que tuvo que rechazar por miedo.
...No eres tan valiente.
Dio un par de pasos más antes de dejarse caer sobre un frío banco de madera.
—¿Si no tuviste la fuerza para hacerlo ni por tu familia, qué podrás hacer tú por la aldea? —se dijo mientras se arrancaba el hitai-ate del brazo.
Sostuvo la bandana entre sus manos mientras observaba con detenimiento el símbolo de Kusagakure que se encontraba incrustado en ella.
El metal de la banda reflejaba el sol y brillaba, brillaba tanto que lo deslumbraba y lo obligaba a entrecerrar los ojos. La luz le hizo recordar todo lo que había pasado para convertirse en shinobi de Kusagakure y lo que significaba su puesto.
De un bote, el joven genin se levantó y ató con decisión el hitai-ate a su frente recogiendo sus cabellos con la bandana y apartándolos para poder mostrar el símbolo de Kusagakure.
Es hora de hacer las cosas bien.
Se dirigió rápidamente al edificio del Morikage para pedir su primera misión como ninja de Kusagakure, pues ¿de qué servía tanto entrenamiento si nunca ejercía su oficio?
Antes de darse cuenta, Daigo ya se encontraba frente a la puerta del edificio.
Cerró los ojos e inhaló y exhaló para prepararse mentalmente antes de finalmente acceder al edificio y dirigirse al mostrador de la derecha.
—Buenos días, soy Tsukiyama Daigo —Se presentó con una ligera reverencia—. Querría solicitar una misión
El peliverde caminaba cabizbajo por las calles de la aldea, con la capucha de su sudadera puesta para tapar su cabeza y su hitai-ate brillando orgulloso atado a su brazo derecho.
No podrías haberlo hecho ni por cuatro mil ryō...
Habían pasado ya varios días desde que Daigo había vuelto de su corto viaje al País del Fuego, lugar en el que le ofrecieron una misión de búsqueda de información que tuvo que rechazar por miedo.
...No eres tan valiente.
Dio un par de pasos más antes de dejarse caer sobre un frío banco de madera.
—¿Si no tuviste la fuerza para hacerlo ni por tu familia, qué podrás hacer tú por la aldea? —se dijo mientras se arrancaba el hitai-ate del brazo.
Sostuvo la bandana entre sus manos mientras observaba con detenimiento el símbolo de Kusagakure que se encontraba incrustado en ella.
El metal de la banda reflejaba el sol y brillaba, brillaba tanto que lo deslumbraba y lo obligaba a entrecerrar los ojos. La luz le hizo recordar todo lo que había pasado para convertirse en shinobi de Kusagakure y lo que significaba su puesto.
De un bote, el joven genin se levantó y ató con decisión el hitai-ate a su frente recogiendo sus cabellos con la bandana y apartándolos para poder mostrar el símbolo de Kusagakure.
Es hora de hacer las cosas bien.
Se dirigió rápidamente al edificio del Morikage para pedir su primera misión como ninja de Kusagakure, pues ¿de qué servía tanto entrenamiento si nunca ejercía su oficio?
Antes de darse cuenta, Daigo ya se encontraba frente a la puerta del edificio.
Cerró los ojos e inhaló y exhaló para prepararse mentalmente antes de finalmente acceder al edificio y dirigirse al mostrador de la derecha.
—Buenos días, soy Tsukiyama Daigo —Se presentó con una ligera reverencia—. Querría solicitar una misión
¡Muchas gracias a Nao por el sensual avatar y a Ranko por la pedazo de firma!
Team pescado.