19/01/2018, 18:02
—Lo siento, chaval, pero no es de tu incumbencia
Dijo el hombre mientras daba una orden a su compañero con un gesto de mano. Los ojos de Mogura se entrecerraron un poco al escuchar aquel término chaval empleado para dirigirse hacía él. No le agradó, en lo absoluto.
La kunoichi por su parte, tenía otras prioridades, como velar por la seguridad de la ardilla. Haciendo gala de una destacable agilidad, la chica tomó con sus manos al roedor. Y para cuando el médico reparó en ella, había salido corriendo como si el mundo se le viniese encima.
«¡Qué rápida..!»
Pensó, hasta que se dio cuenta de que la muchacha se había ido con el paraguas del médico, cualquier mueca que podría haberse vuelto una ligera sonrisa se desvanecería en el momento.
—¡Maldición!
Exclamó el barbudo.
—Hayato, ¡esa ardilla es oro! No dejes que escape
Ambos pasarían corriendo por su lado, siguiendo a la kunoichi. La Villa de las Aguas termales se veía un poco más lejana en aquel instante, no iba a poder seguir su viaje si no recuperaba su paraguas.
—Supongo que tendré que ir a preguntarles de nuevo.
Susurró al viento mientras tomaba su maletín y lo sacudía ligeramente, sintiendo el peso de las cosas que llevaba en su interior. Tenía que recuperar su paraguas y saber que le había pasado a su paciente.
Sin perder más tiempo, Mogura se lanzó a la carrera para alcanzar a los hombres esos.
Dijo el hombre mientras daba una orden a su compañero con un gesto de mano. Los ojos de Mogura se entrecerraron un poco al escuchar aquel término chaval empleado para dirigirse hacía él. No le agradó, en lo absoluto.
La kunoichi por su parte, tenía otras prioridades, como velar por la seguridad de la ardilla. Haciendo gala de una destacable agilidad, la chica tomó con sus manos al roedor. Y para cuando el médico reparó en ella, había salido corriendo como si el mundo se le viniese encima.
«¡Qué rápida..!»
Pensó, hasta que se dio cuenta de que la muchacha se había ido con el paraguas del médico, cualquier mueca que podría haberse vuelto una ligera sonrisa se desvanecería en el momento.
—¡Maldición!
Exclamó el barbudo.
—Hayato, ¡esa ardilla es oro! No dejes que escape
Ambos pasarían corriendo por su lado, siguiendo a la kunoichi. La Villa de las Aguas termales se veía un poco más lejana en aquel instante, no iba a poder seguir su viaje si no recuperaba su paraguas.
—Supongo que tendré que ir a preguntarles de nuevo.
Susurró al viento mientras tomaba su maletín y lo sacudía ligeramente, sintiendo el peso de las cosas que llevaba en su interior. Tenía que recuperar su paraguas y saber que le había pasado a su paciente.
Sin perder más tiempo, Mogura se lanzó a la carrera para alcanzar a los hombres esos.
Hablo - Pienso