20/01/2018, 12:00
La kunoichi corría y corría, intentando dejar atrás a aquellos hombres cuando se dio cuenta de que... ¡Se había llevado el paraguas del Shinobi! Paró en seco y se giró, lo suficiente para encoger su cuerpo, evitando un gancho del bandido de la barba, quien derrapó hasta quedarse frente a ella. Su compañero flanqueaba su espalda.
Estaba rodeada.
«Y yo con la ardilla en una mano y el paraguas en otra... ¿Cómo haré sellos?» Se cuestionó la pelirroja, torciendo el gesto en una mueca de desagrado. No estaba tan nerviosa como se esperaba, pero sabía que si no jugaba bien sus cartas allí, ambas podían salir mal paradas.
Cerró el paraguas como pudo, dispuesta a probar sus últimas habilidades aprendidas cuando vio al shinobi desconocido acercarse por detrás del bandido calvo. Se despistó por un momento, acto que hizo al jefe de ambos bandidos golpear a la kunoichi por el lateral con la parte no cortante de su hacha, haciendo que la joven se moviese un par de metros hacia el lado contrario, y la ardilla, por su parte, saltase hasta esconderse en su capucha.
«Mierda... Eso podría haberme costado la vida...» Puntualizó ella sobándose la zona afectada. Le saldría un moratón seguro, y le dolía a rabiar, por eso no pudo evitar encogerse sobre sí misma, dejando ver un rostro de dolor en su cara.
Ahora bien, con una mano libre ya se sentía capaz de hacer más cosas, por ello, comenzó a canalizar chakra eléctrico en su mano izquierda y cuando el chidori comenzaba a crearse, lo lanzó cual senbon hacia su objetivo. El jefe masculló una maldición y se tapó la parte de arriba de su cuerpo con el hacha que portaba, sin embargo, al no moverse y evitar la técnica, algo le daría.
«¡Chidori senbon!»
Lo lanzó contra el castaño, acertándole en las piernas pero para su desgracia éstas no se llegaron a hundir lo suficiente como para hacer que la dejasen en paz. Por su parte, el otro bandido no se daría cuenta de la presencia del otro shinobi, por lo que atacaría rápidamente a Eri con su arma.
Estaba rodeada.
«Y yo con la ardilla en una mano y el paraguas en otra... ¿Cómo haré sellos?» Se cuestionó la pelirroja, torciendo el gesto en una mueca de desagrado. No estaba tan nerviosa como se esperaba, pero sabía que si no jugaba bien sus cartas allí, ambas podían salir mal paradas.
Cerró el paraguas como pudo, dispuesta a probar sus últimas habilidades aprendidas cuando vio al shinobi desconocido acercarse por detrás del bandido calvo. Se despistó por un momento, acto que hizo al jefe de ambos bandidos golpear a la kunoichi por el lateral con la parte no cortante de su hacha, haciendo que la joven se moviese un par de metros hacia el lado contrario, y la ardilla, por su parte, saltase hasta esconderse en su capucha.
«Mierda... Eso podría haberme costado la vida...» Puntualizó ella sobándose la zona afectada. Le saldría un moratón seguro, y le dolía a rabiar, por eso no pudo evitar encogerse sobre sí misma, dejando ver un rostro de dolor en su cara.
Ahora bien, con una mano libre ya se sentía capaz de hacer más cosas, por ello, comenzó a canalizar chakra eléctrico en su mano izquierda y cuando el chidori comenzaba a crearse, lo lanzó cual senbon hacia su objetivo. El jefe masculló una maldición y se tapó la parte de arriba de su cuerpo con el hacha que portaba, sin embargo, al no moverse y evitar la técnica, algo le daría.
«¡Chidori senbon!»
Lo lanzó contra el castaño, acertándole en las piernas pero para su desgracia éstas no se llegaron a hundir lo suficiente como para hacer que la dejasen en paz. Por su parte, el otro bandido no se daría cuenta de la presencia del otro shinobi, por lo que atacaría rápidamente a Eri con su arma.