21/01/2018, 23:40
Juro empezó a desvestirse sin darle demasiadas vueltas a que yo no fuera a ayudarle, aunque yo estaba más pendiente de las idas y venidas de la anciana. Cogía plantas y hierbajos, ungüentos y potingues, de todo un poco, mientras musitaba algo.
Cuando el herido estaba ya tumbado la mujer se acercó con tres cosas diferentes en pequeños cuencos también de madera y vendajes. Vendajes de verdad, y no la improvisación que llevaba el kuseño.
— Cuando te ponga esto, te va a escocer como si te estuviera poniendo fuego, pero es para que cicatrice mejor, tú intenta no moverte. Te lo inmovilizaré enseguida y te pondré unas cuantas hojas de estas para que se te baje un poco el dolor. No te muevas hasta que lo haya vendado.
Antes de que pudiese contestar y bajo mi atenta mirada, mezcló los mejunjes con los dedos y empezó a pasarlo por las heridas abiertas de Juro como si tal cosa.
Juro sentiría el frio primero, porque la extraña crema esa estaba fresquita, pero justo cuando la anciana empezase a ponerle aquellas hojas verdes del tamaño de su mano para tapar las heridas antes de vendar, justo entonces, el calor empezaría a subirle. Obviamente, primero le ardería la que primero le aplicó, subiendo hacia las otras en cuestión de segundos.
Seguramente la anciana tenía experiencia. En apenas un minuto el kuseño ya estaba vendado y listo para irse a su casa. Sin embargo, él no parecía especialmente contento.
— ¿Cómo vas, Juro?
Cuando el herido estaba ya tumbado la mujer se acercó con tres cosas diferentes en pequeños cuencos también de madera y vendajes. Vendajes de verdad, y no la improvisación que llevaba el kuseño.
— Cuando te ponga esto, te va a escocer como si te estuviera poniendo fuego, pero es para que cicatrice mejor, tú intenta no moverte. Te lo inmovilizaré enseguida y te pondré unas cuantas hojas de estas para que se te baje un poco el dolor. No te muevas hasta que lo haya vendado.
Antes de que pudiese contestar y bajo mi atenta mirada, mezcló los mejunjes con los dedos y empezó a pasarlo por las heridas abiertas de Juro como si tal cosa.
Juro sentiría el frio primero, porque la extraña crema esa estaba fresquita, pero justo cuando la anciana empezase a ponerle aquellas hojas verdes del tamaño de su mano para tapar las heridas antes de vendar, justo entonces, el calor empezaría a subirle. Obviamente, primero le ardería la que primero le aplicó, subiendo hacia las otras en cuestión de segundos.
Seguramente la anciana tenía experiencia. En apenas un minuto el kuseño ya estaba vendado y listo para irse a su casa. Sin embargo, él no parecía especialmente contento.
— ¿Cómo vas, Juro?
—Nabi—
![[Imagen: 23uv4XH.gif]](https://i.imgur.com/23uv4XH.gif)