22/01/2018, 18:02
(Última modificación: 22/01/2018, 18:04 por Uchiha Akame.)
La acción se volvió frenética y alocada en cuestión de segundos, ante la confundida mirada del profesor Rōshi que no podía sino estarse quieto y rezar para que no le alcanzase ningún proyectil perdido.
Akame vió claramente la trayectoria del shuriken lanzado por Sumire y se agachó para que la estrella metálica le pasara por encima de la cabeza, rozando su pelo mientras giraba a toda velocidad. Juro también consiguió esquivarla, y ambos proyectiles acabaron clavándose en la pared tras ellos con un sonido seco. Por su parte, Keisuke también logró apartarse —por los pelos— del kunai que la kunoichi le había lanzado directamente a la cara. Sin embargo, su destreza y sus reflejos no eran ni por asomo lo suficientemente elevados como para poder sacar una foto en aquel momento —además, el corazón le latía a mil pulsaciones por minuto—; apunto estuvo de dejar caer la cámara fotográfica que llevaba en la mano del propio susto.
Sumire chasqueó la lengua.
—¡Muchachitos entrometidos! ¿Os creéis el Equipo A? ¿De dónde habéis salido vosotros, eh? —protestó con un tono marcadamente infantil, como una niña a la que acabasen de arruinar la fiesta de cumpleaños, que hubiese resultado cómico si no fuera porque aquella joven había demostrado ser letalmente habilidosa.
El Uchiha no perdió tiempo. Clavó sus ojos rojos en los de ella y las aspas del Sharingan comenzaron a girar. «No tiene posibilidad ninguna, mientras esté atrapada en mi Saimingan, Juro y Keisuke podrán reducirla», pensó Akame con marcada suficiencia. Al fin y al cabo, por muy diestra que fuese aquella kunoichi, ¿tenía algo que hacer frente al poder de un auténtico Uchiha?
Pronto el genin de Uzu descubriría que sí. Nada más introducir su chakra en el sistema circulatorio de Sumire, la joven frunció el ceño y formuló un rápido sello con ambas manos. La reacción sería tan veloz que ni a Keisuke ni a Juro les daría tiempo de tomar ventaja de la situación.
—Genjutsu Kai.
Con un súbito impulso, el chakra de Akame fue expulsado del cerebro de su objetivo y ambos volvieron a la realidad de la que por un brevísimo instante se habían ausentado.
Entonces las manos de la kunoichi se torcieron formando una cadena de sellos, una que el Sharingan de Akame no pudo reconocer. «¿Qué demonios...?» De repente, dos haces de luz violeta salieron disparados de las manos de Sumire, buscando con avidez dos cuerpos en la sala.
Uno, el de Inoue Keisuke.
Dos, el de Uchiha Akame.
Ambos tenían algo que resultaba peligroso para la ninja, y ella lo había sabido determinar con facilidad. El amenio tenía una cámara fotográfica con la que —probablemente— había podido captar alguna imagen suya. Y el otro, un Sharingan en cada ojo. «Demasiado peligrosos...»
Cuando aquellos rayos violetas alcanzaran a sus objetivos, el cuerpo de Sumire caería inerte sobre la cama —encima del académico— y tanto Keisuke como Akame se verían relegados a un segundo plano dentro de sus propios cuerpos. Sus expresiones cambiaron para reflejar la más absoluta neutralidad, un tono de gris que empañó por completo los rostros de los afectados.
El de Amegakure lanzó la cámara al vacío, observando segundos después cómo se hacía trizas contra el empedrado de la callejuela. Luego rebuscó entre sus bolsillos, comprobando había en ellos alguna otra fotografía de Sumire. No la encontró.
Mientras, el Uchiha se había abalanzado sobre Juro, tratando de propinarle un par de puñetazos en la cara —uno en la boca y otro en la nariz— y luego buscando arrojarse sobre él para reducirlo en el suelo.
Estaba en manos del kusajin, el único en pleno control de su forma corpórea, el manejar la situación. Pero claro, primero tendría que lidiar con un genin de ojos carmesíes que se le echaba encima, incapaz de controlar sus actos...
Akame vió claramente la trayectoria del shuriken lanzado por Sumire y se agachó para que la estrella metálica le pasara por encima de la cabeza, rozando su pelo mientras giraba a toda velocidad. Juro también consiguió esquivarla, y ambos proyectiles acabaron clavándose en la pared tras ellos con un sonido seco. Por su parte, Keisuke también logró apartarse —por los pelos— del kunai que la kunoichi le había lanzado directamente a la cara. Sin embargo, su destreza y sus reflejos no eran ni por asomo lo suficientemente elevados como para poder sacar una foto en aquel momento —además, el corazón le latía a mil pulsaciones por minuto—; apunto estuvo de dejar caer la cámara fotográfica que llevaba en la mano del propio susto.
Sumire chasqueó la lengua.
—¡Muchachitos entrometidos! ¿Os creéis el Equipo A? ¿De dónde habéis salido vosotros, eh? —protestó con un tono marcadamente infantil, como una niña a la que acabasen de arruinar la fiesta de cumpleaños, que hubiese resultado cómico si no fuera porque aquella joven había demostrado ser letalmente habilidosa.
El Uchiha no perdió tiempo. Clavó sus ojos rojos en los de ella y las aspas del Sharingan comenzaron a girar. «No tiene posibilidad ninguna, mientras esté atrapada en mi Saimingan, Juro y Keisuke podrán reducirla», pensó Akame con marcada suficiencia. Al fin y al cabo, por muy diestra que fuese aquella kunoichi, ¿tenía algo que hacer frente al poder de un auténtico Uchiha?
Pronto el genin de Uzu descubriría que sí. Nada más introducir su chakra en el sistema circulatorio de Sumire, la joven frunció el ceño y formuló un rápido sello con ambas manos. La reacción sería tan veloz que ni a Keisuke ni a Juro les daría tiempo de tomar ventaja de la situación.
—Genjutsu Kai.
Con un súbito impulso, el chakra de Akame fue expulsado del cerebro de su objetivo y ambos volvieron a la realidad de la que por un brevísimo instante se habían ausentado.
Entonces las manos de la kunoichi se torcieron formando una cadena de sellos, una que el Sharingan de Akame no pudo reconocer. «¿Qué demonios...?» De repente, dos haces de luz violeta salieron disparados de las manos de Sumire, buscando con avidez dos cuerpos en la sala.
Uno, el de Inoue Keisuke.
Dos, el de Uchiha Akame.
Ambos tenían algo que resultaba peligroso para la ninja, y ella lo había sabido determinar con facilidad. El amenio tenía una cámara fotográfica con la que —probablemente— había podido captar alguna imagen suya. Y el otro, un Sharingan en cada ojo. «Demasiado peligrosos...»
Cuando aquellos rayos violetas alcanzaran a sus objetivos, el cuerpo de Sumire caería inerte sobre la cama —encima del académico— y tanto Keisuke como Akame se verían relegados a un segundo plano dentro de sus propios cuerpos. Sus expresiones cambiaron para reflejar la más absoluta neutralidad, un tono de gris que empañó por completo los rostros de los afectados.
El de Amegakure lanzó la cámara al vacío, observando segundos después cómo se hacía trizas contra el empedrado de la callejuela. Luego rebuscó entre sus bolsillos, comprobando había en ellos alguna otra fotografía de Sumire. No la encontró.
Mientras, el Uchiha se había abalanzado sobre Juro, tratando de propinarle un par de puñetazos en la cara —uno en la boca y otro en la nariz— y luego buscando arrojarse sobre él para reducirlo en el suelo.
Estaba en manos del kusajin, el único en pleno control de su forma corpórea, el manejar la situación. Pero claro, primero tendría que lidiar con un genin de ojos carmesíes que se le echaba encima, incapaz de controlar sus actos...