24/01/2018, 00:11
La rubia esperó tranquila mientras que Taeko escribía en su bloc, nuevamente. La observaba, pero sin demasiado recelo, esperando que ésta contestase a su pregunta. Al enseñarle la peliplateada la nota, la chica bufó cual gato a la hora del desayuno. Ladeó los labios, visiblemente molesta en una mueca que no quiso ni esconder. Se cruzó de brazos, y miró de reojo a la chica.
—Mis tareas son aprender cosas que me sirvan para aprobar el examen de combate —aseguró la rubia —y quiero aprender a usar explosivos, porque son lo mejor. Las explosiones son divertidas.
»¿Por qué no me dices donde está el libro? ¿no lo sabes?
La chica desvió la mirada por completo, alzando la cabeza en notorio disgusto. Incluso dejó escapar una exhalación de aire que resonó con desdén, representando su inconformidad por completo.
Entre tanto, las pelirrojas seguían con sus jueguecitos de sonido, cada cuál con su estilo. Pocos niños mas hicieron caso a la conversación de la peliplateada con la rubia, a excepción de una chica un tanto gordita que si prestó algo de atención. Ésta andaba con una pequeña cajita de galletas en la mano, que ocasionalmente invadía en pos de alimentar su gran cuerpo.
—Ya está otra vez la loca de las bombas... —se burló de su compañera.
—¡Tú a callar, zampabollos!
La aludida se levantó de la silla, y antepuso las manos sobre la mesa, realmente disgustada —¡Te voy a dar yo a tí zampabollos, anoréxica!
Los tonos comenzaron a alzarse de pronto, y la chica de mayor constitución no dudó un solo instante en separar la silla de la mesa, en un estruendoso chirrido. Sin embargo, la rubia no parecía preocupada, hasta reía.
De pronto, silencio de nuevo. La señora Otoshino había golpeado la mesa con el dorso de su mano, y miraba hacia las mesas con la otra mano a la altura del mentón, con el índice claramente antepuesto a sus labios. Estaba claro lo que ésta mujer inquiría, silencio.
—Mis tareas son aprender cosas que me sirvan para aprobar el examen de combate —aseguró la rubia —y quiero aprender a usar explosivos, porque son lo mejor. Las explosiones son divertidas.
»¿Por qué no me dices donde está el libro? ¿no lo sabes?
La chica desvió la mirada por completo, alzando la cabeza en notorio disgusto. Incluso dejó escapar una exhalación de aire que resonó con desdén, representando su inconformidad por completo.
Entre tanto, las pelirrojas seguían con sus jueguecitos de sonido, cada cuál con su estilo. Pocos niños mas hicieron caso a la conversación de la peliplateada con la rubia, a excepción de una chica un tanto gordita que si prestó algo de atención. Ésta andaba con una pequeña cajita de galletas en la mano, que ocasionalmente invadía en pos de alimentar su gran cuerpo.
—Ya está otra vez la loca de las bombas... —se burló de su compañera.
—¡Tú a callar, zampabollos!
La aludida se levantó de la silla, y antepuso las manos sobre la mesa, realmente disgustada —¡Te voy a dar yo a tí zampabollos, anoréxica!
Los tonos comenzaron a alzarse de pronto, y la chica de mayor constitución no dudó un solo instante en separar la silla de la mesa, en un estruendoso chirrido. Sin embargo, la rubia no parecía preocupada, hasta reía.
¡PUM!
De pronto, silencio de nuevo. La señora Otoshino había golpeado la mesa con el dorso de su mano, y miraba hacia las mesas con la otra mano a la altura del mentón, con el índice claramente antepuesto a sus labios. Estaba claro lo que ésta mujer inquiría, silencio.
![[Imagen: 2UsPzKd.gif]](http://i.imgur.com/2UsPzKd.gif)