24/01/2018, 19:10
La kunoichi tardaría unos diez minutos en cobrar la consciencia de nuevo, abriendo los ojos con pesadez cuando un dolor la atravesó, directamente desde su nuca. Sentía que estaba mareada, como si hubiera dado mil vueltas sobre sí misma, y le dolía la cabeza como si hiciesen constante presión en ella.
—¿Dónde estoy...? —preguntó vagamente, intentando incorporarse con dificultad y una mano apoyada en la parte posterior del cuello —. Shinobi-san, ¿está usted bien? —preguntó aún con los ojos entornados.
Mientras tanto, el clon de Mogura estaba siguiendo a la pareja de bandidos que se habían perdido ya de la visión de ambos ninjas. El jefe perseguía a la ardilla que pronto se metió entre algunos árboles para desaparecer de su campo de visión. Éste, cansado e indignado, decidió dejar de buscar por ahora, retirándose a lo que parecía ser una cueva.
Dentro de ella había una caja llena de suministros, telas que valían como mantas para pasar la noche y leña amontonada que seguramente serviría como fogata. El hombre se dejaró caer a ambos lados del apagado fuego y comenzó a hablar, dejando a su compañero a un lado.
—Si no se hubieran entrometido... —maldijo el jefe, cabreado —. Puede que no consiga el dinero, pero me apetece cobrar mi venganza...
—¿Dónde estoy...? —preguntó vagamente, intentando incorporarse con dificultad y una mano apoyada en la parte posterior del cuello —. Shinobi-san, ¿está usted bien? —preguntó aún con los ojos entornados.
Mientras tanto, el clon de Mogura estaba siguiendo a la pareja de bandidos que se habían perdido ya de la visión de ambos ninjas. El jefe perseguía a la ardilla que pronto se metió entre algunos árboles para desaparecer de su campo de visión. Éste, cansado e indignado, decidió dejar de buscar por ahora, retirándose a lo que parecía ser una cueva.
Dentro de ella había una caja llena de suministros, telas que valían como mantas para pasar la noche y leña amontonada que seguramente serviría como fogata. El hombre se dejaró caer a ambos lados del apagado fuego y comenzó a hablar, dejando a su compañero a un lado.
—Si no se hubieran entrometido... —maldijo el jefe, cabreado —. Puede que no consiga el dinero, pero me apetece cobrar mi venganza...