27/01/2018, 23:35
Eri miraba como si de un partido de tenis se tratara a aquellos dos. Era un par singular, la verdad, no había visto nunca tal compenetración, la cuál se limitaba a que Nabi regañaba al perro, y el can le contestaba con un sinfín de ladridos que a Eri le sonaban a eso, a ladridos, pero el Inuzuka lo comprendía totalmente. Anonadada, simplemente se cruzó de brazos, metiendo las manos debajo de sus axilas para guardarlas del frío.
—En vez de shinobi, deberíais haberos metido a cómicos, ¿no creéis? —sugirió la chica, acercándose a ellos —. No debe estar lejos, venga, vamos a andar un poco por aquí y si vemos a alguien más vuelvo a preguntar, no te preocupes.
La joven sonrió, más para calmar los ánimos que para otra cosa. Tiró de Nabi para que la siguiese y los tres caminaron por la calle.
—En vez de shinobi, deberíais haberos metido a cómicos, ¿no creéis? —sugirió la chica, acercándose a ellos —. No debe estar lejos, venga, vamos a andar un poco por aquí y si vemos a alguien más vuelvo a preguntar, no te preocupes.
La joven sonrió, más para calmar los ánimos que para otra cosa. Tiró de Nabi para que la siguiese y los tres caminaron por la calle.