28/01/2018, 00:37
(Última modificación: 28/01/2018, 00:37 por Uzumaki Eri.)
Eri se llevó una mano a la cara, claramente sin dar coherencia a lo que acababa de ver. Stuffy acababa de convertirse en Nabi, un Nabi creíble si no fuera por la cara de enfado que llevaba. ¡Parecía que se acababa de discutir por un filete! Y no decir del Datsue que había sacado. No emanaba la esencia de Datsue, él era más... Datsue. Nabi solo era Nabi, con otra apariencia, pero seguía siendo Nabi igual.
Suspiró, aquello iba a ser muy largo.
—Vale, Datsue, vayamos a preguntar de nuevo —sugirió ella antes de que a Nabi se le ocurriese alguna otra idea fantástica.
Al no encontrar a nadie por aquella calle, siguieron caminando hasta encontrarse con una encrucijada en la que había dos señoras hablando con bolsas en las manos. Parecían enfrascadas en su conversación por lo que Eri no estaba muy convencida de actuar. Miró a Nabi, luego al otro Nabi, y se fue directa.
Carraspeó.
—Disculpad... —empezó la chica con las manos en la espalda y con cara de no haber roto un plato en su vida —. Nos preguntábamos si sabíais dónde quedaba esta calle, si no es molestia... —preguntó, sacando el pergamino y tendiéndoselo a una de las mujeres.
—¡Uy! Pero si aquí es donde vive Hiro-chan... ¿No, Kaede?
—Sí, sí, hija... —contestó la otra mujer —. Ah, no, calla, Mikoto, Hiro-chan se mudó, ¿no te acuerdas? Con esa pelandrusca...
—¿No me digas? ¿Con Mika? —preguntó Mikoto, interesadísima por el tema.
—Sí, y la pobre Miaru sufriendo... ¡Ay! Con lo buen chico que era nuestro Hiro-chan...
—Señoras... —carraspeó la kunoichi, comenzando a desesperarse —. ¿Me pueden decir cómo llegar, por favor?
—Ay sí cielo, perdona, está por... —pero paró al notar al chico que estaba detrás de ella, concretamente al que tenía cara de no haber ido al baño en tres días —. ¿Y tú de quién eres, joven? Me suena mucho tu cara...
—¡Mikoto, no seas cotilla! —exclamó su acompañante —. Sigue esta calle todo recto y gira a la derecha, esa es la dirección, jóvenes.
«¡Por fin!» Celebró en su interior, mientras asentía sin parar y guardaba el pergamino de nuevo.
—¡Muchas gracias señoras! —exclamó la kunoichi, tomando a ambos Nabi para salir de aquella encrucijada lo antes posible —. ¡Que pasen buen día! —una vez alejados de aquella pareja, suspiraría dejando salir todo el aire que guardaban sus pulmones —. Ya sabemos donde es... —murmuró, optimista.
Suspiró, aquello iba a ser muy largo.
—Vale, Datsue, vayamos a preguntar de nuevo —sugirió ella antes de que a Nabi se le ocurriese alguna otra idea fantástica.
Al no encontrar a nadie por aquella calle, siguieron caminando hasta encontrarse con una encrucijada en la que había dos señoras hablando con bolsas en las manos. Parecían enfrascadas en su conversación por lo que Eri no estaba muy convencida de actuar. Miró a Nabi, luego al otro Nabi, y se fue directa.
Carraspeó.
—Disculpad... —empezó la chica con las manos en la espalda y con cara de no haber roto un plato en su vida —. Nos preguntábamos si sabíais dónde quedaba esta calle, si no es molestia... —preguntó, sacando el pergamino y tendiéndoselo a una de las mujeres.
—¡Uy! Pero si aquí es donde vive Hiro-chan... ¿No, Kaede?
—Sí, sí, hija... —contestó la otra mujer —. Ah, no, calla, Mikoto, Hiro-chan se mudó, ¿no te acuerdas? Con esa pelandrusca...
—¿No me digas? ¿Con Mika? —preguntó Mikoto, interesadísima por el tema.
—Sí, y la pobre Miaru sufriendo... ¡Ay! Con lo buen chico que era nuestro Hiro-chan...
—Señoras... —carraspeó la kunoichi, comenzando a desesperarse —. ¿Me pueden decir cómo llegar, por favor?
—Ay sí cielo, perdona, está por... —pero paró al notar al chico que estaba detrás de ella, concretamente al que tenía cara de no haber ido al baño en tres días —. ¿Y tú de quién eres, joven? Me suena mucho tu cara...
—¡Mikoto, no seas cotilla! —exclamó su acompañante —. Sigue esta calle todo recto y gira a la derecha, esa es la dirección, jóvenes.
«¡Por fin!» Celebró en su interior, mientras asentía sin parar y guardaba el pergamino de nuevo.
—¡Muchas gracias señoras! —exclamó la kunoichi, tomando a ambos Nabi para salir de aquella encrucijada lo antes posible —. ¡Que pasen buen día! —una vez alejados de aquella pareja, suspiraría dejando salir todo el aire que guardaban sus pulmones —. Ya sabemos donde es... —murmuró, optimista.