28/01/2018, 02:55
(Última modificación: 28/01/2018, 02:59 por Umikiba Kaido.)
—Será lo mejor —coincidió Daruu ante la sugerencia del escualo. Mientras más pronto se encontrase en Yukio más pronto podrían también sacarse la duda de encima—. así estaremos allí lo antes posible. No sé, tengo el extraño presentimiento de que en verdad es Hibagon...
Y es que ¿quién más podía ser? ¿podría haber otros como él? ¿Una Hibagona, tal vez?
No. Tenía que ser él.
»Como sea. Te veo en la puerta de entrada dentro de una hora. Les diremos a los guardias que me vas a acompañar a Yukio a por unos ingredientes para la pastelería de mi madre. Hemos hecho el viaje muchas veces, así que nos dejarán salir sin problemas.
—Nos vemos allá —concluyó, antes de tomar rumbo hacia sus aposentos.
Como si se tratase de un Deja Vu, ambos shinobi se encontraban sobre uno de los famosos pájaros de caramelo del Hyuga. Surcando los cielos como cóndores, dirigiéndose hacia el norte de Arashi. Kaido contemplaba el horizonte con cierta admiración, no pudiendo evitar perderse, por momentos, en la caída que le separaba cientos de metros del ras del suelo.
Él, a diferencia de las prendas variopintas de su compañero, se había ataviado con un abrigo grueso de invierno negro que le cubría desde la barbilla hasta la cintura. Los mismos pantalones de siempre, aunque en sus pies calzó botas enteras en vez de las comunes abiertas que solía llevar siempre. De provisiones, más allá del agua tan necesaria para él como Hozuki, empacó también unas cuantas latas de comida empaquetada y algunos refrigerios salados. Poco más, y poco menos.
Daruu le sacó de su ensimismamiento con una pregunta casual.
—Hay una cosa que no lograría entender si de verdad se trata de Hibagon —comentaba a Kaido—. ¿Por qué vendría él a Yukio?
Kaido sabía la respuesta.
—Se habrá cansado de esperar —espetó, como si aquella daga fuera referida a ellos dos—. ¿no recuerdas? "Un día venir vosotros, otro día ir yo".
Carraspeó la garganta y continuó. Aquello era un planteamiento un poco egoísta, pero realmente creía que Hibagon podía haber encallado en Yukio en su cruzada por encontrarles. O, quizás, su hogar en el Valle de los Dojos había sido descubierto. Y le habían expulsado, o algo así. Quién sabe.
»Pues ha venido él, me parece.
Y es que ¿quién más podía ser? ¿podría haber otros como él? ¿Una Hibagona, tal vez?
No. Tenía que ser él.
»Como sea. Te veo en la puerta de entrada dentro de una hora. Les diremos a los guardias que me vas a acompañar a Yukio a por unos ingredientes para la pastelería de mi madre. Hemos hecho el viaje muchas veces, así que nos dejarán salir sin problemas.
—Nos vemos allá —concluyó, antes de tomar rumbo hacia sus aposentos.
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Como si se tratase de un Deja Vu, ambos shinobi se encontraban sobre uno de los famosos pájaros de caramelo del Hyuga. Surcando los cielos como cóndores, dirigiéndose hacia el norte de Arashi. Kaido contemplaba el horizonte con cierta admiración, no pudiendo evitar perderse, por momentos, en la caída que le separaba cientos de metros del ras del suelo.
Él, a diferencia de las prendas variopintas de su compañero, se había ataviado con un abrigo grueso de invierno negro que le cubría desde la barbilla hasta la cintura. Los mismos pantalones de siempre, aunque en sus pies calzó botas enteras en vez de las comunes abiertas que solía llevar siempre. De provisiones, más allá del agua tan necesaria para él como Hozuki, empacó también unas cuantas latas de comida empaquetada y algunos refrigerios salados. Poco más, y poco menos.
Daruu le sacó de su ensimismamiento con una pregunta casual.
—Hay una cosa que no lograría entender si de verdad se trata de Hibagon —comentaba a Kaido—. ¿Por qué vendría él a Yukio?
Kaido sabía la respuesta.
—Se habrá cansado de esperar —espetó, como si aquella daga fuera referida a ellos dos—. ¿no recuerdas? "Un día venir vosotros, otro día ir yo".
Carraspeó la garganta y continuó. Aquello era un planteamiento un poco egoísta, pero realmente creía que Hibagon podía haber encallado en Yukio en su cruzada por encontrarles. O, quizás, su hogar en el Valle de los Dojos había sido descubierto. Y le habían expulsado, o algo así. Quién sabe.
»Pues ha venido él, me parece.