28/01/2018, 15:41
(Última modificación: 28/01/2018, 15:41 por Uchiha Akame.)
Mientras caminaban, los muchachos seguían dándole vueltas a todo aquel asunto. ¡Y como para no hacerlo! Por aceptar una misión extraoficial de un contacto rico e influyente, pero de incógnito, habían terminado por salvarle la vida a un famoso académico de Hi no Kuni y frustrado los planes de una ninja renegada para conseguir cierto libro. «Bueno, más bien Juro-san fue quien la combatió. El amejin y yo sólo podíamos observar...» Aquel era, de lejos, el punto que más inquietaba a Akame en ese preciso momento. «¿Qué fue esa técnica? La kunoichi me estaba controlando por completo y no pude hacer absolutamente nada. Por las tetas de Amaterasu, ¿cómo se puede enfrentar uno a eso?»
De repente la voz de Keisuke le sacó de sus pensamientos. Akame torció el gesto cuando escuchó lo que Juro decía.
—No lo sé —agregó el Uchiha—. Pero estaba claro que el tal Sensei no era enemigo de nuestro objetivo. O, al menos, no lo suficiente como para querer verlo muerto. Si no, ¿por qué nos habría ordenado actuar con discrección y sin ser vistos? No quería un efrentamiento.
»Tal vez ni supiera que Sumire era una espía, en lugar de su simple amante.
Sea como fuere, al menos sí que habían sacado algo de todo aquello; tenían una foto de Sumire. Akame la tomó cuando su compañero de la Hierba se la ofreció, mirando detenidamente el rostro de la mujer. Se aseguraría de no olvidarlo.
—Gracias, Juro-san.
El trío caminó durante un buen rato, ascendiendo por las empedradas calles de Taikarune hasta llegar de vuelta al hostal. Allí donde se habían reunido con su contacto la noche anterior. Nada más entrar, el hasta ese momento silencioso tabernero rompió su voto de mudez para abordarles.
—Nuestro amigo en común os manda recuerdos —les dijo, cruzándose de brazos, mientras con un movimiento de su pronunciado mentón señalaba a un lado de la entrada. Allí estaban los petates de los muchachos, que ya habían sido recogidos de sus habitaciones—. Los gastos de hoy no están cubiertos. Si queréis pasar esta noche aquí, toca pagar.
Akame le dirigió una mirada resignada y, con un suspiro, tomó su mochila. «De modo que ni siquiera se va a molestar en venir en persona. Tiene sentido, sobre todo contando con que hemos fracasado». El Uchiha se limitó a negar con la cabeza y despedirse de sus compañeros.
—Hasta más ver, Juro-san, Keisuke-san.
Y, con aquellas palabras, se echó su fiel capa de viaje por encima, se colgó la mochila de los hombros y abandonó el Taikarunean Beauty.
De repente la voz de Keisuke le sacó de sus pensamientos. Akame torció el gesto cuando escuchó lo que Juro decía.
—No lo sé —agregó el Uchiha—. Pero estaba claro que el tal Sensei no era enemigo de nuestro objetivo. O, al menos, no lo suficiente como para querer verlo muerto. Si no, ¿por qué nos habría ordenado actuar con discrección y sin ser vistos? No quería un efrentamiento.
»Tal vez ni supiera que Sumire era una espía, en lugar de su simple amante.
Sea como fuere, al menos sí que habían sacado algo de todo aquello; tenían una foto de Sumire. Akame la tomó cuando su compañero de la Hierba se la ofreció, mirando detenidamente el rostro de la mujer. Se aseguraría de no olvidarlo.
—Gracias, Juro-san.
El trío caminó durante un buen rato, ascendiendo por las empedradas calles de Taikarune hasta llegar de vuelta al hostal. Allí donde se habían reunido con su contacto la noche anterior. Nada más entrar, el hasta ese momento silencioso tabernero rompió su voto de mudez para abordarles.
—Nuestro amigo en común os manda recuerdos —les dijo, cruzándose de brazos, mientras con un movimiento de su pronunciado mentón señalaba a un lado de la entrada. Allí estaban los petates de los muchachos, que ya habían sido recogidos de sus habitaciones—. Los gastos de hoy no están cubiertos. Si queréis pasar esta noche aquí, toca pagar.
Akame le dirigió una mirada resignada y, con un suspiro, tomó su mochila. «De modo que ni siquiera se va a molestar en venir en persona. Tiene sentido, sobre todo contando con que hemos fracasado». El Uchiha se limitó a negar con la cabeza y despedirse de sus compañeros.
—Hasta más ver, Juro-san, Keisuke-san.
Y, con aquellas palabras, se echó su fiel capa de viaje por encima, se colgó la mochila de los hombros y abandonó el Taikarunean Beauty.