28/01/2018, 16:58
Después del discursito que había pegado intentando sonar como Datsue, la joven no pudo evitar reír ante el vano intento que debía reconocer había sido muy convincente, si no se lo hubiera soltado a ella y no hubiese dicho chorba, pero bueno, aquello no lo iba a reconocer en voz alta.
—Venga, casanova, hay una misión por cumplir —dijo la joven.
Y con un suave pof, Nabi y Stuffy volvieron a ser ellos.
—Si esta es la calle Provenzal... —murmuró ella, tomando de nuevo el pergamino mientras se disponía a entrar en la calle —. Tenemos que buscar el número tres... —volvió a murmurar, mirando el pergamino para no equivocarse de lugar —. Tiene que estar aquí cerca, venga Nabi, no hagamos esperar a Aikito-san —alentó la Uzumaki guardando de nuevo el rollo de papel.
Después de unos cuantos pasos más y mirar fijamente las placas donde estaban los números escritos encima de las casas y los locales, ambos se pararon frente a un restaurante de estilo tradicional, con fachada de piedra clara, a juego con los locales que allí se arremolinaban, puerta de madera corrediza y una tolda de color rojo donde rezaba el nombre del local: Fideos Aikito.
—Tiene que ser aquí —pensó en voz alta. Tomó aire y miró a Nabi antes de añadir —, ¿preparado? —preguntó con una pequeña sonrisa.
Luego corrió la puerta.
—¡Buenos días!
—Venga, casanova, hay una misión por cumplir —dijo la joven.
Y con un suave pof, Nabi y Stuffy volvieron a ser ellos.
—Si esta es la calle Provenzal... —murmuró ella, tomando de nuevo el pergamino mientras se disponía a entrar en la calle —. Tenemos que buscar el número tres... —volvió a murmurar, mirando el pergamino para no equivocarse de lugar —. Tiene que estar aquí cerca, venga Nabi, no hagamos esperar a Aikito-san —alentó la Uzumaki guardando de nuevo el rollo de papel.
Después de unos cuantos pasos más y mirar fijamente las placas donde estaban los números escritos encima de las casas y los locales, ambos se pararon frente a un restaurante de estilo tradicional, con fachada de piedra clara, a juego con los locales que allí se arremolinaban, puerta de madera corrediza y una tolda de color rojo donde rezaba el nombre del local: Fideos Aikito.
—Tiene que ser aquí —pensó en voz alta. Tomó aire y miró a Nabi antes de añadir —, ¿preparado? —preguntó con una pequeña sonrisa.
Luego corrió la puerta.
—¡Buenos días!