28/01/2018, 17:16
(Última modificación: 28/01/2018, 17:17 por Inuzuka Nabi.)
Dejé a Eri guiarnos en nuestra ardua tarea de hacer "algo" totalmente indefinido por el señor que acababa de abrir un negocio que tampoco nos habían dicho de qué era. Desde luego, estábamos en la era de la desinformación. De ahí venía la D de las misiones.
En breves llegamos a un restaurante de fideos de aspecto tradicional, como casi todos los que había por la villa, no se lo habían currado mucho con la temática. Nuevamente, decidí dar buena imagen y dejar que la hermosa y amable Eri-hime pasase primero y ya después cuando estuviesen distraídos con su belleza divina entraría yo, disimuladamente.
Por dentro, el local era más o menos tan pequeño como esperabas al verlo desde fuera. Al entrar se veía una barrera de madera barnizada y pulida que separaba el local en dos secciones, una a la derecha, donde estaba la cocina y el propietario y en la izquierda había una serie de taburetes para los clientes. Al fondo, había un espacio con algunas mesas separado del primero por un par de biombos de bambú para dar intimidad.
Pero lo importante eran los dueños, que estaban cocinando para el par de clientes que estaban allí, aunque aún era pronto supongo que hay gente que come a la hora que le apetece. Un hombre con bigote prominente pero sin barba y entrado en años, con gorro tipico de chef, se giró para encarar a sus nuevos clientes. Sus ropas eran blancas y también típicas de cocinero.
— Joisjois, una parejita de jóvenes que viene a tener una comida romántica. Pasad al fondo, hijos, y no os preocupéis por el chucho, que podéis pasarlo con vosotros tambien, en Fideos Aikito no discriminamos por raza, pero si se mea lo fregáis vosotros.
Fruncí el ceño como si fuera Stuffy intentando controlar sus instintos más primitivos. ¿Acababa de llamar chucho a Stuffy? Si se pensaba que lo más peligroso que podía hacer era mearse en el suelo se iba a enterar cuando le colase una mierda en su caldo. Con mi hermano perruno no se mete nadie. Por eso esperé a que hablase Eri, porque yo no iba a poder reprimirme de sermonearle, y siempre que intentaba sermonear a alguien todo se iba al garete.
En breves llegamos a un restaurante de fideos de aspecto tradicional, como casi todos los que había por la villa, no se lo habían currado mucho con la temática. Nuevamente, decidí dar buena imagen y dejar que la hermosa y amable Eri-hime pasase primero y ya después cuando estuviesen distraídos con su belleza divina entraría yo, disimuladamente.
Por dentro, el local era más o menos tan pequeño como esperabas al verlo desde fuera. Al entrar se veía una barrera de madera barnizada y pulida que separaba el local en dos secciones, una a la derecha, donde estaba la cocina y el propietario y en la izquierda había una serie de taburetes para los clientes. Al fondo, había un espacio con algunas mesas separado del primero por un par de biombos de bambú para dar intimidad.
Pero lo importante eran los dueños, que estaban cocinando para el par de clientes que estaban allí, aunque aún era pronto supongo que hay gente que come a la hora que le apetece. Un hombre con bigote prominente pero sin barba y entrado en años, con gorro tipico de chef, se giró para encarar a sus nuevos clientes. Sus ropas eran blancas y también típicas de cocinero.
— Joisjois, una parejita de jóvenes que viene a tener una comida romántica. Pasad al fondo, hijos, y no os preocupéis por el chucho, que podéis pasarlo con vosotros tambien, en Fideos Aikito no discriminamos por raza, pero si se mea lo fregáis vosotros.
Fruncí el ceño como si fuera Stuffy intentando controlar sus instintos más primitivos. ¿Acababa de llamar chucho a Stuffy? Si se pensaba que lo más peligroso que podía hacer era mearse en el suelo se iba a enterar cuando le colase una mierda en su caldo. Con mi hermano perruno no se mete nadie. Por eso esperé a que hablase Eri, porque yo no iba a poder reprimirme de sermonearle, y siempre que intentaba sermonear a alguien todo se iba al garete.
—Nabi—