29/01/2018, 00:33
Eri escuchó al hombre explicar un poco de dónde venía todo aquello de montar una tienda de fideos, y ella escuchaba, atentamente, mientras seguía al hombre detrás de un biombo, que seguramente era el almacén improvisado que habían hecho. De entre lo que había allí sacó una caja y de la misma un olor conocido y a su vez no tan agradable inundó sus fosas nasales, poniendo una cara de asco no porque no le gustase aquello, sino porque... Bueno, porque eran cebollas y siempre terminaban por repetirle cuando las comía.
Luego tendió a Eri unos papeles con pegatinas donde encontraban a un enigmático fideo con bigote por logo. Aquello era, sin duda, el trabajo que menos se esperaba hacer.
— Ya sabéis, una etiqueta por cebolla y a repartirlas por toda la villa, podéis usar las mesas de detrás de los biombos pero daros prisa, eh, la clave es que hayáis acabado antes de comer.
—¿Tenemos que etiquetar... Todas las cebollas? —preguntó sin dejar de mirar la bolsa —. Vale, cuanto antes empecemos... Nabi, toma la caja, vamos a la mesa, ¡gracias! —exclamó eso último para el hombre y tomó rumbo hacia la mesa, sentándose y dejando la bolsa a un lado para que ambos pudieran llegar a ella.
Luego tendió a Eri unos papeles con pegatinas donde encontraban a un enigmático fideo con bigote por logo. Aquello era, sin duda, el trabajo que menos se esperaba hacer.
— Ya sabéis, una etiqueta por cebolla y a repartirlas por toda la villa, podéis usar las mesas de detrás de los biombos pero daros prisa, eh, la clave es que hayáis acabado antes de comer.
—¿Tenemos que etiquetar... Todas las cebollas? —preguntó sin dejar de mirar la bolsa —. Vale, cuanto antes empecemos... Nabi, toma la caja, vamos a la mesa, ¡gracias! —exclamó eso último para el hombre y tomó rumbo hacia la mesa, sentándose y dejando la bolsa a un lado para que ambos pudieran llegar a ella.