29/01/2018, 01:37
Allá arriba, en lo más alto, trató de hacerse una imagen mental acerca del trayecto que Daruu recorría con su voz. Sí, era un tramo demasiado extenso y difícil para cualquier humano. Pero no, quizás, para Hibagon. Una bestia transmutada por las características místicas de un carámbano, rodeado de una energía desconocida para ellos. La energía natural.
»Claro que, mejor que no hubiera venido a Amegakure. ¿Te imaginas a Hibagon plantado allí en la puerta del puente, con una mochila gigante, asegurando que venía a visitar al Señor Pelopincho y al Señor Azul?
—Habría sido un panorama complicado para nosotros, aunque admito que me hubiera hecho mucha gracia verle ahí, todo empapado y maloliente. Amenazando a todo dios con su frase típica. Pero sí, nos íbamos a ganar una buena si pensasen que le revelamos la locación de nuestra aldea a un monstruo peludo y hambriento como él. Joder, y si tan sólo supieran que se le puede amansar con una buena pizza caliente —y la palabra caliente le hizo tener mucho más frío. Torció los brazos y trató de abrazarse a sí mismo cuanto le alcanzaran las extremidades, dado que el frío viento condensado de las alturas le calaba directamente en el cuerpo—. De todas formas, que esté en Yukio ya es lo suficientemente malo. ¿Qué haremos una vez que le encontremos?
Miró a su pájaro, y luego a su creador.
»No es algo que podamos meter en un ático, joder. Y no conocemos a nadie de Yukio. O bueno, no yo, al menos.
»Claro que, mejor que no hubiera venido a Amegakure. ¿Te imaginas a Hibagon plantado allí en la puerta del puente, con una mochila gigante, asegurando que venía a visitar al Señor Pelopincho y al Señor Azul?
—Habría sido un panorama complicado para nosotros, aunque admito que me hubiera hecho mucha gracia verle ahí, todo empapado y maloliente. Amenazando a todo dios con su frase típica. Pero sí, nos íbamos a ganar una buena si pensasen que le revelamos la locación de nuestra aldea a un monstruo peludo y hambriento como él. Joder, y si tan sólo supieran que se le puede amansar con una buena pizza caliente —y la palabra caliente le hizo tener mucho más frío. Torció los brazos y trató de abrazarse a sí mismo cuanto le alcanzaran las extremidades, dado que el frío viento condensado de las alturas le calaba directamente en el cuerpo—. De todas formas, que esté en Yukio ya es lo suficientemente malo. ¿Qué haremos una vez que le encontremos?
Miró a su pájaro, y luego a su creador.
»No es algo que podamos meter en un ático, joder. Y no conocemos a nadie de Yukio. O bueno, no yo, al menos.