1/02/2018, 17:06
Tres figuras atravesaron el horizonte, caminaban en paralelo. Su procedencia denotaba, para aquellos conocedores de la localización de la villa de Mori no Kuni, que venían desde Kusagakure no Sato.
Más a la izquierda estaba Uchiha Ralexion, vestido con un mono de combate oscuro como la propia noche, ceñido, que le cubría desde la mitad del cuello hasta las muñecas y aproximadamente la mitad de los gemelos; la prenda llevaba cosidos a ambos laterales de los hombros un parche con el símbolo de los Uchiha. Sobre la frente portaba su protector de Kusagakure, con la placa metálica que llevaba el símbolo de la aldea en su centro unida a una tela de color rojo apagado atada con un nudo simple. En las manos llevaba unos guantes azabache que estaban cortados a la mitad de la largura del dedo índice y corazón, mostrando parcialmente esos dos dedos, mientras que el resto se veía completamente cubierto. A la cintura, sobre su glúteo derecho, se encontraba su portador de objetos, de un tono arenoso. Calzaba unas sandalias de un color idéntico al tejido del hitai-ate, de forro alto que ascendía hasta toparse con el mono. A la espalda su fiel mochila de viaje.
El centro de la comitiva lo ocupaba Nara Raiden, ataviado con el uniforme reglamentario de Kusagakure y su chaleco correspondiente. Lucía, además del protector también en la frente, el símbolo que lo identificaba como chūnin a una altura similar a los parches del Uchiha. El rubio llevaba su portador de objetos atado en el muslo derecho, con una ristra de vendas dispuestas bajo este. Cargaba con un pequeño zurrón de viaje alargado, provisto de un cordel de casi 50 centímetros, que sostenía, ocioso, con la mano izquierda, apoyando la carga contra la espalda.
Finalmente, la ocupante del carril derecho era Ryōtarō Ritsuko.
El moreno y su sensei charlaban animadamente sobre hipotéticas situaciones de combate y estrategia básica. Ralexion tendía a pedir consejo a Raiden en cuanto se le ocurría una estrategia extravagante, a lo que el chūnin solía simplificarla sin que perdiese un solo ápice de efectividad.
El viaje hasta el Dojo de Jade había sido sugerencia —imperativa, más bien— del Nara. Había corrido con los gastos por su propia cuenta, claro creyente de las enseñanzas del maestro Hisui, al cual tenía en alta estima. Si los genins se hubiesen negado, el rubio no habría parado de recriminárselo hasta el final de sus días, especialmente teniendo en cuenta que ya había pagado los boletos sin pedirles antes su consentimiento. Ralexion no protestó en demasía, la idea le agradaba. Lo único que le llevó a arrugar la nariz fue lo precipitado de las nuevas y su consiguiente periplo. "Un ninja debe de enfrentar situaciones inesperadas con agilidad", le replicó el hombre.
Así que, allí estaban. Tras un par de días de viaje ya se divisaban las partes más altas del dojo en el horizonte. «¿Me pregunto como será este tal Hisui-sensei?», era lo único que ocupaba los pensamientos del Uchiha en aquellos instantes.
Minutos más tarde atravesaron el umbral del portón oeste.
—Espero que os comportéis, chicos, y sobretodo que aprendáis mucho —dedicó el sensei al dúo tan pronto pusieron un pie dentro.
—¡Sabes que no te decepcionaremos, Raiden-sensei! —afirmó Ralexion con actitud alegre.
Se internaron en el reciento hasta que divisaron la figura de un hombre bien entrado en años que mataba el tiempo dándole potentes caladas a su pipa. Raiden aceleró el paso y Ralexion siguió su estela. El Nara se plantó frente al veterano y realizó una reverencia bien marcada.
—Mi nombre es Nara Raiden, estos son Uchiha Ralexion y Ryōtarō Ritsuko, mis aprendices. Es un placer, Hisui-sensei, disculpe nuestra tardanza —el hombre afirmó todo ello con un tono tan respetuoso que parecía que estaba hablando con el mismísmo Morikage.
—Es un placer —el Uchiha imitó a Raiden, aunque su reverencia estaba desprovista de aquella gracilidad mostrada por el rubio.
Más a la izquierda estaba Uchiha Ralexion, vestido con un mono de combate oscuro como la propia noche, ceñido, que le cubría desde la mitad del cuello hasta las muñecas y aproximadamente la mitad de los gemelos; la prenda llevaba cosidos a ambos laterales de los hombros un parche con el símbolo de los Uchiha. Sobre la frente portaba su protector de Kusagakure, con la placa metálica que llevaba el símbolo de la aldea en su centro unida a una tela de color rojo apagado atada con un nudo simple. En las manos llevaba unos guantes azabache que estaban cortados a la mitad de la largura del dedo índice y corazón, mostrando parcialmente esos dos dedos, mientras que el resto se veía completamente cubierto. A la cintura, sobre su glúteo derecho, se encontraba su portador de objetos, de un tono arenoso. Calzaba unas sandalias de un color idéntico al tejido del hitai-ate, de forro alto que ascendía hasta toparse con el mono. A la espalda su fiel mochila de viaje.
El centro de la comitiva lo ocupaba Nara Raiden, ataviado con el uniforme reglamentario de Kusagakure y su chaleco correspondiente. Lucía, además del protector también en la frente, el símbolo que lo identificaba como chūnin a una altura similar a los parches del Uchiha. El rubio llevaba su portador de objetos atado en el muslo derecho, con una ristra de vendas dispuestas bajo este. Cargaba con un pequeño zurrón de viaje alargado, provisto de un cordel de casi 50 centímetros, que sostenía, ocioso, con la mano izquierda, apoyando la carga contra la espalda.
Finalmente, la ocupante del carril derecho era Ryōtarō Ritsuko.
El moreno y su sensei charlaban animadamente sobre hipotéticas situaciones de combate y estrategia básica. Ralexion tendía a pedir consejo a Raiden en cuanto se le ocurría una estrategia extravagante, a lo que el chūnin solía simplificarla sin que perdiese un solo ápice de efectividad.
El viaje hasta el Dojo de Jade había sido sugerencia —imperativa, más bien— del Nara. Había corrido con los gastos por su propia cuenta, claro creyente de las enseñanzas del maestro Hisui, al cual tenía en alta estima. Si los genins se hubiesen negado, el rubio no habría parado de recriminárselo hasta el final de sus días, especialmente teniendo en cuenta que ya había pagado los boletos sin pedirles antes su consentimiento. Ralexion no protestó en demasía, la idea le agradaba. Lo único que le llevó a arrugar la nariz fue lo precipitado de las nuevas y su consiguiente periplo. "Un ninja debe de enfrentar situaciones inesperadas con agilidad", le replicó el hombre.
Así que, allí estaban. Tras un par de días de viaje ya se divisaban las partes más altas del dojo en el horizonte. «¿Me pregunto como será este tal Hisui-sensei?», era lo único que ocupaba los pensamientos del Uchiha en aquellos instantes.
Minutos más tarde atravesaron el umbral del portón oeste.
—Espero que os comportéis, chicos, y sobretodo que aprendáis mucho —dedicó el sensei al dúo tan pronto pusieron un pie dentro.
—¡Sabes que no te decepcionaremos, Raiden-sensei! —afirmó Ralexion con actitud alegre.
Se internaron en el reciento hasta que divisaron la figura de un hombre bien entrado en años que mataba el tiempo dándole potentes caladas a su pipa. Raiden aceleró el paso y Ralexion siguió su estela. El Nara se plantó frente al veterano y realizó una reverencia bien marcada.
—Mi nombre es Nara Raiden, estos son Uchiha Ralexion y Ryōtarō Ritsuko, mis aprendices. Es un placer, Hisui-sensei, disculpe nuestra tardanza —el hombre afirmó todo ello con un tono tan respetuoso que parecía que estaba hablando con el mismísmo Morikage.
—Es un placer —el Uchiha imitó a Raiden, aunque su reverencia estaba desprovista de aquella gracilidad mostrada por el rubio.