3/02/2018, 20:14
Quizás, no era ser sólo amable. Era asegurar su inversión. Después de todo, no le valdría mucho un escolta si ese escolta y su jodida araña no estaban al cien por cien durante la expedición. El doctor bajó la cabeza, como respuesta al agradecimiento de Yota, y sonrió; despidiéndose. Entonces, Yota tomaría rumbo hacia la puerta de la habitación. Su mano tomó el picaporte, lo giró, y cuando estuvo a punto de salir...
Un casi silente estruendo retumbó, a la distancia. Una, y otra vez. Parecía provenir a cientos y cientos de kilómetros de lejanía, pero si Yota echaba un poco a la ventana por la que Hibana observaba con intermitencia podría verlo con sus propios ojos. Una fiesta de luces y silenciosos destellos de electricidad, que desde el hotel parecían apenas un fino hilo de corriente que dejaba los cielos para caer, probablemente, en algún punto de aquel valle de Unraikyo.
Una vorágine de rayos que se mezclaban entre sí y conformaban a su vez un único y poderoso haz. Que desde ahí se antojaba apenas perceptible, pero que estando a tanta lejanía, no era difícil imaginar lo que podría llegar a ser si se tuviese aquello de cerca.
Yota entendió sin falta de palabras que aquello era lo que el meteorólogo quería alcanzar.
—El Catatumbo.
Cá - tá - túm
¡bo!
¡bo!
Un casi silente estruendo retumbó, a la distancia. Una, y otra vez. Parecía provenir a cientos y cientos de kilómetros de lejanía, pero si Yota echaba un poco a la ventana por la que Hibana observaba con intermitencia podría verlo con sus propios ojos. Una fiesta de luces y silenciosos destellos de electricidad, que desde el hotel parecían apenas un fino hilo de corriente que dejaba los cielos para caer, probablemente, en algún punto de aquel valle de Unraikyo.
Una vorágine de rayos que se mezclaban entre sí y conformaban a su vez un único y poderoso haz. Que desde ahí se antojaba apenas perceptible, pero que estando a tanta lejanía, no era difícil imaginar lo que podría llegar a ser si se tuviese aquello de cerca.
Yota entendió sin falta de palabras que aquello era lo que el meteorólogo quería alcanzar.
—El Catatumbo.