3/02/2018, 23:44
Daruu asintió, y tragó saliva también. Aún tardaron un rato en llegar a la Ciudad Fantasma, y para entonces el sol ya se estaba poniendo. Bueno, es una expresión que no suele utilizarse en el País de la Tormenta.
A medida que los pájaros descendían, iban dejando arriba los edificios más elevados de la urbe. Desde fuera, uno siempre se imaginaba cuentos sobre espíritus y almas en pena, antiguas víctimas de la masacre del bijuu. Pero vista desde dentro, lo que uno sentía era realmente una intranquilidad extraña. Allá reinaba el silencio, a excepción del estruendo callado de la lluvia. No era miedo lo que uno sentía. Era respeto, comprendió Daruu.
De pronto, se vio sin ganas de buscar el lugar de la última batalla de Ayame. Sería como... profanar algo.
Las aves descendieron y aterrizaron en una plaza. La estatua de la fuente vacía, partida por la mitad, les dedicó la mirada invisible que sólo puede dedicar una efigie descabezada de piedra. Su dedo índice, extendido y tumbado en el suelo, les señalaba directamente. Se fijó en él cuando bajó del pájaro y deshizo la técnica, y sintió un terrible escalofrío.
—Deberíamos buscar un edificio que no parezca muy tocado y pasar la noche allí. Tengo saco de dormir, pero me temo que aquí no vamos a encontrar mucha madera para encender un fuego...
A medida que los pájaros descendían, iban dejando arriba los edificios más elevados de la urbe. Desde fuera, uno siempre se imaginaba cuentos sobre espíritus y almas en pena, antiguas víctimas de la masacre del bijuu. Pero vista desde dentro, lo que uno sentía era realmente una intranquilidad extraña. Allá reinaba el silencio, a excepción del estruendo callado de la lluvia. No era miedo lo que uno sentía. Era respeto, comprendió Daruu.
De pronto, se vio sin ganas de buscar el lugar de la última batalla de Ayame. Sería como... profanar algo.
Las aves descendieron y aterrizaron en una plaza. La estatua de la fuente vacía, partida por la mitad, les dedicó la mirada invisible que sólo puede dedicar una efigie descabezada de piedra. Su dedo índice, extendido y tumbado en el suelo, les señalaba directamente. Se fijó en él cuando bajó del pájaro y deshizo la técnica, y sintió un terrible escalofrío.
—Deberíamos buscar un edificio que no parezca muy tocado y pasar la noche allí. Tengo saco de dormir, pero me temo que aquí no vamos a encontrar mucha madera para encender un fuego...