5/02/2018, 21:51
Kaido respondió con un juego de palabras sobre sus prodigiosas habilidades visuales.
—Eso, no se te vaya a romper el cristalino de un ojo del esfuerzo, cabronazo —respondió, y echó a andar detrás de su compañero—. Ponerme a utilizar el Byakugan aquí sería una gilipollez. Edificio tras edificio tras edificio, todos son iguales —sostuvo—. Será más útil ir mirándolos de cerca. Ninguno de ellos tendrá los cristales de las ventanas intactos, pero seguro que hay alguno con una estructura que no parezca que se nos va a caer encima en cualquier momento.
La suerte estaba de su parte, al parecer, y tras dos manzanas más encontraron un bajo cuyos destrozos pertinentes se limitaban a una puerta medio rota y los cristales rajados, pero no en pedazos. Por encima, parecía una almacén de muebles. Madera, se dijo Daruu. Al final podrían encender el fuego y todo.
Así pues, poco después los dos amejin compartían una digna hoguera, sentados en sus respectivos sacos de dormir. Ambos tenían pinchados con sendos palos un trozo de pizza de una fiambrera que había compartido Daruu de buena gana.
Bueno, si no la compartía, seguro que el tiburón no dudaría en recriminárselo de todos modos, así que tan de buena gana no fue.
—Eso, no se te vaya a romper el cristalino de un ojo del esfuerzo, cabronazo —respondió, y echó a andar detrás de su compañero—. Ponerme a utilizar el Byakugan aquí sería una gilipollez. Edificio tras edificio tras edificio, todos son iguales —sostuvo—. Será más útil ir mirándolos de cerca. Ninguno de ellos tendrá los cristales de las ventanas intactos, pero seguro que hay alguno con una estructura que no parezca que se nos va a caer encima en cualquier momento.
La suerte estaba de su parte, al parecer, y tras dos manzanas más encontraron un bajo cuyos destrozos pertinentes se limitaban a una puerta medio rota y los cristales rajados, pero no en pedazos. Por encima, parecía una almacén de muebles. Madera, se dijo Daruu. Al final podrían encender el fuego y todo.
Así pues, poco después los dos amejin compartían una digna hoguera, sentados en sus respectivos sacos de dormir. Ambos tenían pinchados con sendos palos un trozo de pizza de una fiambrera que había compartido Daruu de buena gana.
Bueno, si no la compartía, seguro que el tiburón no dudaría en recriminárselo de todos modos, así que tan de buena gana no fue.